¿Mejor solo que mal acompañado?

 

A  no ser por obligación, no creo que nadie quiera estar mal acompañado. ¿Y solo…? La pandemia ha destapado a nivel mundial dos datos alarmantes. El primero, un aumento desmesurado de divorcios. El segundo, de adopción de mascotas. ¿Qué ha pasado? “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Esta afirmación del filósofo griego Epicuro (siglo II a.C.),  a mi parecer explica lo sucedido. La soledad, la necesidad de compañía ha llevado a mucha gente a llenarla con una mascota. Por el contrario, la misma soledad y el pasar mucho tiempo con su pareja, ha llevado a otros a separarse. El confinamiento ha dejado al descubierto que nos es muy difícil tanto estar solos, como acompañados.

Aquel que tiene un perro entenderá porqué es el mejor amigo del hombre. Va con él a todos sitios, no es rencoroso, olvida toda afrenta, es fiel. En pocas palabras, le alegra la vida. Aquel que ha convivido con otra persona conocerá  las dificultades de una vida en común. Éstas son muchas, también las alegrías. Sin embargo en tiempos duros, lo que suele pesar es la dificultad. ¿Es posible una vida sin dificultades? Ellas son parte de nuestro día a día. Quizás lo que necesitemos sea aprender a gestionar la dificultad y no optar por el camino más corto: preferir la mascota a una persona.

¿Aprender de quién? ¿Cómo? Por ejemplo de la Creación y su gran lección de vida. Cada año sufre toda clase de fenómenos: sequías, lluvias torrenciales, calor, frío. Sin embargo, con el tiempo, su ecosistema tiende a recuperarse y evolucionar. En su mismo ciclo de vida lleva su capacidad de lucha. Por eso Jesús dice en los Evangelios: mira los lirios del campo, los pájaros, la higuera… Aprende de ellos. ¿Aprender qué? En mi opinión, la resiliencia. Es la capacidad de encajar situaciones adversas en nuestra vida cotidiana, poder aprender y salir más fortalecidos de ellas. La Naturaleza nos ha abierto el camino. ¿No necesitaríamos nosotros hacer lo mismo ante las dificultades?

Necesitamos aprender y disfrutar de estar solos. Saber estar con el otro sin que sea una carga, compartiendo tiempo e intereses. Aprender a dialogar los momentos difíciles y perdonar. Como dice el Papa Francisco, la convivencia se basa en tres cosas: “por favor”,” gracias” y “perdón”. Parece una lección fácil de aprender… ¿o no?

Rosario Garrido

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