««¡Jóven, a tí te digo: Levántate!»»Estas son las palabras que Jesús le dijo al hijo de la viuda de Naín cuando lo resucitó de la muerte, y son palabras que se dirigen a cada uno de nosotros. El Señor nos llama y dice: «Levántate», así como le dijo al paralítico: «¡Levántate, toma tu cama y anda!». ¡No temas seguir a Cristo y levantarte de tu opresión, levantarte de tus pecados, levantarte de tu agobio en asuntos mundanos! ¡Deja todo y sigue a Cristo Salvador!

Nosotros hemos aceptado estas palabras y lo hemos dejado todo. Dejamos nuestros hogares, dejamos a nuestra familia y amigos, nuestros problemas y nuestros asuntos cotidianos, y seguimos a Cristo hasta el pueblo de Iqrith, para participar en un encuentro de jóvenes.

Iqrith es pueblo en ruinas cuyos habitantes han sido desplazados en 1948. Todas sus casas fueron demolidas y todos sus habitantes fueron desplazados, con excepción de la casa de una sola Persona. Esta casa – la Iglesia, está de pie y esta Persona – que es Jesús, está también de pie y guardándola siempre del lugar. Después de la destrucción del pueblo en la cima del monte de monte Iqrith hay un solo un edificio la Iglesia de Nuestra Señora, firmemente apoyada en la roca de Pedro.

El encuentro duró dos días e incluyó diferentes actividades y temas espirituales.

El primer día comenzamos con una actividad mirándonos a nosotros mismos, intentando descubrir el lugar de Jesús en nuestras vidas, lo que nos ayudó a reconocer nuestra relación con él y a la vez nuestras debilidades.

Luego, hablamos sobre el significado de la verdadera felicidad y dónde la podemos encontrar en nuestro día a día, ya que no se encuentra ni en el dinero, ni en la marca de la ropa que vestimos, sino que se encuentra en los pequeños asuntos que nacen del amor y servicio del otro. Centramos nuestra atención en el Amor de Dios por nosotros, que es el amor más grande. Él nunca nos deja, pero siempre permanece a nuestro lado a pesar de nuestras debilidades y pecados. Nos invita a amar como él y nos recuerda: “Ama a tus enemigos”. El Amor es la base de nuestra fe y la llave del Reino, y no debemos olvidar el mandamiento más importante que Jesús nos enseñó. Es el mandamiento del amor: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Terminamos el día con una velada de cantos y juegos alrededor del fuego, luego fuimos a preparar la cama en la iglesia. Cuantas veces nuestros amigos nos invitan a dormir con ellos en sus casas, pero cuánto mejor es dormir en la casa de Dios nuestro padre y nuestro amigo más cercano que nunca nos cierra las puertas en la cara, pues el Señor dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y yo os aliviaré”.

Nuestro segundo día comenzamos con una Eucaristía, y luego profundizamos en el tema del arrepentimiento y la misericordia de Dios. Meditamos en nuestros pecados y nos preparamos para el sacramento de la confesión, que tanto necesitábamos para volver a reconciliarnos con Dios y los demás para obtener la paz interior.

En esos dos días sentimos una gran y real alegría dentro de nosotros. Fue una experiencia nueva, maravillosa y distinta. Sentimos un cambio en nuestras vidas, nuestros pensamientos, comportamiento y conciencia, por eso animamos a todos los jóvenes chicos y chicas a unirse y participar en tales experiencias.

Celine y Patrick Haddad