¡Somos uno!
Del 6 al 8 de Agosto 21, tuvo lugar el 3er Encuentro Jóvenes Japón-Corea on line. El lema fue ¡Somos uno! y el programa fue un paso más en el acercamiento entre estos dos países, buscando juntos lo que nos une, más que lo que nos aleja. Jinuon nos comparte su testimonio de del cambio que supuso en ella esta experiencia.
Me llamo Jinuong (Marcela de nombre católico). En el primer Nikkan (programa de intercambio entre jóvenes de Japón y Corea) recibí en mi casa a una chica japonesa y en el segundo y el tercero participé de lleno en el programa. Quería compartiros el cambio que se ha ido dando en mí a través de estos programas. En Corea hay un dicho que dice: “No perderemos frente a Japón, ni siquiera al jugar a piedra, papel o tijera”. A través de este dicho se puede ver hasta qué punto los coreanos tenemos todavía pensamientos no precisamente buenos sobre Japón. Yo también tenía una imagen bastante mala de este país.
Un día las misioneras me llamaron para pedirme ayuda en el Nikkan. Era el primer Nikkan que se hizo en Corea, y uno de los programas era hacer una experiencia de homestay en una familia coreana. Esta experiencia de homestay fue un gran cambio en mi vida y en nuestra familia. Al principio no sabía si sería capaz de acercarme a estas dos chicas japonesas. Tenía miedo de que surgiera algún malentendido, porque cuando alguna situación me impone o no me siento a gusto, mi rostro transmite dureza, frialdad. En realidad, toda esta preocupación desapareció al encontrarme con ellas que, desde el primer momento, querían hablar conmigo y nada más llegar a casa le dieron la mano a mi padre.
El momento en que desaparecieron todos mis prejuicios fue una conversación en casa, mientras merendábamos todos juntos. Estas dos chicas japonesas nos compartieron la experiencia que estaban haciendo durante el Nikkan, y me impactó mucho verlas reír a veces, otras llorar, verlas abrir el corazón y lo que estában viviendo en esos días. Los prejuicios que tenía se fueron derritiendo poco a poco, como el algodón de azúcar cuando toca el agua. Y fui capaz de transmitirles palabras de consuelo llenas de sinceridad. Les doy muchas gracias a las dos, a Nanami y a Wakano, por ese tiempo que pasamos juntas. Desde entonces seguimos en contacto.
No es que hayan desaparecido todos los prejuicios, pero dentro mío se sigue dando un cambio verdadero. Y este cambio que se está dando en mí, y como en mí en cada persona, es como una lucecita que se extiende en la relación entre Japón y Corea, y que hace llegar el día en que nos ayudemos y cuidemos mutuamente. Como representante de la tercera generación ya, rezo para que nos podamos dar la mano y caminemos juntos hacia Jesús.