
Testimonio vocacional 9. 2025
«Una pasión de amor que lo cambia todo». Virginie Brigant. Filipinas
El 11 de septiembre celebré 15 años de “haberlo dejado todo” para seguir a Jesús en esta aventura misionera. Desde entonces he vivido la misión en tres continentes —Francia, Argentina y ahora Filipinas— y no dejo de dar gracias a Dios por la vida hecha una pasión de amor que lo cambia todo.
Quiero contarte, a la luz de esta Palabra, cómo llegué a ser misionera:“He visto la opresión de mi pueblo y he oído sus gritos de dolor. Conozco muy bien sus sufrimientos, por eso he bajado a librarlo.” (Ex 3,7)
¿Crees que Dios puede llorar? Yo lo descubrí cuando, a los 15 años, empecé a rezar. Siempre fui muy sensible al sufrimiento del mundo: el dolor y la injusticia me indignaban, y sentía dentro de mí la necesidad de hacer algo para cambiarlos. Soñaba con un mundo más justo y fraterno, y quería ser “maestra sin fronteras”.
También cargaba con un dolor personal: la muerte de mi hermano, a los pocos meses de nacer, me dejó un vacío y muchas preguntas: “¿Por qué sufren tantos inocentes? ¿Qué hace Dios frente a todo esto?”
Fue entonces cuando esta Palabra me reveló un rostro de Dios que no conocía: un Dios sensible, conmovido por el sufrimiento, que no permanece indiferente. Descubrí que, en Jesús, Dios había bajado para compartir nuestro dolor y transformarlo desde dentro. Él había sufrido conmigo y me sostuvo para que aquel golpe no me robara las ganas de amar y de vivir. ¡Había sido compañero en mi cruz y en mis preguntas, aunque yo no lo había reconocido! Y comprendí que también está presente hoy en la cruz de tantos que sufren en silencio.
Entendí que lo único capaz de cambiar el mundo no son las ideologías ni los discursos, sino una vida que se juega por amar en serio, cercana a cada persona hasta las últimas consecuencias. Sólo ese amor concreto puede sanar un corazón. Esta certeza me transformó y me convenció.
Jesús me llamó a amar así, con Él, haciéndome compañera de camino de esta humanidad de hoy. Me invitó a hacer de mi existencia una pasión de amor por Él y por los demás.
Hoy sigo aprendiendo en esta “escuela del amor” apasionado y apasionante. Quisiera que toda mi vida sea signo de esta ternura comprometida de Dios, que nos promete: “Aunque se aparten las montañas y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de ti.” (Is 54,10)
Virginie Brigant. SEMD Filipinas


