El “poco a poco” de Dios en Corea
Regresé de Corea del Sur hace once días. Desde hace tiempo, estoy intentando lograr ese equilibrio necesario entre trabajo y descanso. Cuánto tiempo invertido en organizarme mis días, intentando estructurar el tiempo para llegar a todo, incluso descansar. Puede parecer una paradoja, pero necesitaba descansar y viajé a tierras coreanas en experiencia de misión con la Comunidad. Y me encontré con el “poco a poco” de Dios en Corea. Me he convertido en una buscadora del verdadero descanso y creo que Corea con su “pali pali” (rápido-rápido), también paradójicamente me ha abierto la puerta del verdadero descanso.
En Daejeon me esperaban las misioneras de la Comunidad. Hace dieciseis años fundaron allí, y en ellas me encontré con el “poco a poco” de Dios. Poco a poco lo aprendieron todo, incluido idioma; fueron haciendo amigos, abriéndose camino, compartiendo sus vidas, entregándolas. Poco a poco construyendo familia.
En Corea del Sur me esperaban Mónica y su marido, Gaudencio, que hace unos años abandonaron la ciudad de Seúl, optando por una vida sencilla en el campo. Y en ellos volví a encontrarme con el “poco a poco” de Dios. También me esperaba Catalina, quien “poco a poco” ha encauzado su inquietud y anhelo intelectual, poniéndolo al servicio de la Iglesia. Y Emiliano, que como buen coreano ha transcrito “poco a poco” la Biblia entera, incluido el libro de los Macabeos, a pesar de que le resultaba un poco “rollo”. Y a sus setenta y pico años, ya jubilado, ha aprendido a vivir en el “poco a poco” de Dios.
El pasado 16 de Julio celebramos los compromisos de Mónica, Emiliano y Catalina, como Servidores de la Comunidad. Es un hecho histórico, sin duda, porque se trata de los tres primeros asiáticos que han respondido al “poco a poco” de Dios en sus vidas con un compromiso de pertenencia a esta Familia. Ellos han sido excusa de Dios, cuerda humana y lazo de amor que a mí me llevó hasta Corea.
En Corea del Sur me esperaba, en las vidas de las misioneras y de estos hermanos, el “poco a poco” de Dios, con sus dificultades, crisis y dolor, y también con la alegría y la paz que produce. Sus sonrisas y su enorme generosidad son expresión de ello. Su alegría atrae, contagia y construye familia. Sus vidas han confundido mi tibieza y le han dado un golpe de gracia a mi amor propio. Me han enseñado que entrar en el “poco a poco” confiado y abandonado produce como fruto el verdadero descanso. Sus vidas han confrontado la mía, más “pali pali”, menos confiada y abandonada, y por ello más cansada, guiándome a la puerta del verdadero descanso. Como veis Dios nos toma en serio, y en nuestras búsquedas, por amor, nos lleva allí donde encontraremos lo que necesitamos, ya sea el otro lado del mundo o la casa del vecino.
Juana Caballero (Servidora de la Comunidad de España)