Semillas del Verbo 34. Para los que, fruto del artículo anterior, os preguntábais qué hacer para que las pantallas no se coman a vuestros hijos… ¡aquí va un intento de respuesta!
El otro día iban en el metro una madre con su hija. La pequeñaja no paraba de sacarse una y otra vez los zapatos. “¿Cuándo parará esta niña?” Era, creo, la pregunta que todos nos hacíamos. Entonces, la madre sin inmutarse sacó del bolso una Barbie Dream y se la dio. La cría, al instante, se olvidó de sus zapatos….
Creo que todos tenemos experiencia de que para que un niño deje voluntariamente algo, hay que darle algo mejor. Pero…¿qué sería ese algo?
Catherine L’Ecuyer, Investigadora educativa canadiense, afincada en Barcelona y madre de cuatro hijos, habla de ayudar al niño a saborear lo ordinario. “¿No estaremos ahogando -dice- la sed de aprender de los niños con un bombardeo de estímulos?” Según ella, “la mejor preparación para el mundo online es el mundo real”. En ese mundo, he vivido yo toda mi infancia y adolescencia, sin tablets ni móviles. Aun valorando lo que el internet aporta a nuestras vidas, no dejo de pensar que hay otros medios que pueden hacer que los jóvenes se despeguen de las pantallas.
Según los expertos, el medio por excelencia es la lectura. En mi familia, todos hemos sido lectores empedernidos. Cuando aún no sabíamos leer, mi padre nos leía cuentos. Ya adolescentes, tanto nosotros como nuestros padres, disfrutábamos leyendo. ¡Cada libro me mostraba un mundo extraordinario!
El descubrimiento de la Naturaleza es otro de esos medios: salir de excursión, en familia o con amigos, disfrutar del cielo, del paisaje, de los animales…. Qué decir del placer de viajar, conocer sitios distintos, personas o idiomas.
El arte, la música, el cine, los deportes, tampoco se quedan atrás. En mi caso, cuántas horas me he pasado dibujando, pintando, construyendo algo.
Algunos pensaréis que este tipo de aficiones son espontáneas, pero normalmente se cultivan. Para que las pantallas se queden quietas -como los zapatos de la niña- hay que dar a nuestros hijos algo mejor. Y de dar algo mejor a hacer de ellos alguien mejor, solo hay un paso: del mundo virtual al real. Menuda tarea, ¿no?
Rosario Garrido SEMD Madrid
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