Durante los últimos cuatro meses tuve la suerte de volver al colegio, esta vez no como estudiante, sino como ayudante en la enfermería de un instituto de chicas. Toda una experiencia nueva, desafiante y muy enriquecedora. Cada día a las 7:00 recibía a las chicas en la puerta del colegio y les tomaba la temperatura. Si estaba todo bien subían a las clases, si tenían algún síntoma del covid19 se ponía en marcha el protocolo. Y esto se repetía de nuevo a la hora de la comida, antes de que entraran en el comedor. El resto del tiempo atendía a los que venían a la enfermería, a veces porque les dolía algo, la mayoría para poder escaparse unos minutos de las clases y charlar un rato tranquilamente.
Si bien la razón primera de este trabajo era encargarse de todo lo referente al covid19, la motivación principal por la que nos hicieron esta propuesta fue poder acercarnos al mundo de los adolescentes y conocer jóvenes nuevos. Realmente esto ha sido lo mejor de este tiempo: los momentos compartidos con estas chicas y la belleza del corazón adolescente que he podido descubrir en ellas. Un corazón tremendamente sensible a los gestos pequeños de amistad, sediento de sentido y alegría para vivir cada día, especialmente esta etapa de estudios tan estresante y difícil para los estudiantes en Corea, y con un horizonte grande, abierto al mundo.
El penúltimo día de clase escribí una pequeña carta a cada una de las chicas con las que había podido compartir más personalmente. Esta es la respuesta de una de ellas.
Hola María, la carta que me escribiste hoy fue una alegría muy grande para mí y me hizo vivir este día muy feliz. Una carta escrita con todo el corazón, llena de cariño. Ir cansada, de mala gana al colegio era mi rutina de cada día, y sin embargo este tiempo, gracias a tu saludo lleno de vida de cada mañana, conseguí empezar a sonreír. También tu “buenas tardes” (algunas chicas aprendieron a saludar en español) antes de la comida me hacía sentir muy bien y me volvía a sacar la sonrisa antes de entrar en el comedor. Esto que se había convertido en lo cotidiano de cada día mañana llega a su fin. Qué pena… Muchas gracias por apoyarme durante todo este tiempo y animarme en el camino que tengo hacia adelante. Yo también quiero intentar ser alguien que haga feliz a los demás. Que sigas siendo muy feliz. Te quiero.
Nayong
Termino con una frase que expresa algo de lo que han sido estos meses y lo que me gustaría ser para cada joven: “una persona que extiende la mano a cada joven y camina junto con él esta etapa de la vida tan desafiante”.
María Matos