El pasado 29 de febrero, treinta jóvenes de cuatro pueblos del Norte de Galilea y diecisiete de Jerusalén, nos unimos para vivir un día de conversión tras los pasos del Maestro. El mismo camino que Cristo recorrió solo, para dar la Vida por nosotros hace 2000 años, hoy lo queremos recorrer con El. Con ese propósito quisimos juntos orar el Viacrucis.
Ha habido momentos cruciales en el recorrido. Cargando dos cruces de madera, comenzamos en la Primera Estación de la Via Dolorosa, en el mismo lugar donde hace 2000 años, Jesús fue flagelado y donde Pilatos se lavó las manos. Ahí se nos invitó a recordar los momentos donde hemos “lavado las manos” desentendiéndonos de lo que se nos pedía, por miedo a la responsabilidad, al fracaso,… Acabamos esa meditación con el gesto de lavar nuestras manos para tomar conciencia de esos momentos y de que estamos llamados a vivir de otra manera las situaciones que la vida nos presenta.
Continuamos hasta la iglesia “Ecce Homo”- “Aquí tenéis al Hombre”. Allí entre cantos, lecturas y un ambiente de profundo recogimiento y búsqueda sincera de conversión vivimos el sacramento de la reconciliación.
En la tercera estación cuando Jesús cae por primera vez, se nos invitó a besar la cruz que estaba en el suelo. Nos abajamos hasta donde Jesús se abajó cuando cayó bajo el peso de nuestros pecados. En la estación del encuentro con el Cireneo se nos invitó a llevar la cruz entre varios, como signo de que queremos ser los cireneos de hoy. En la estación de la Verónica nos esperaba una imagen del rostro de Jesús para cada uno de nosotros: “Tu imagen Señor me cambiará”.
Y así fuimos rezando hasta la iglesia del Santo Sepulcro, llamada en árabe: “Iglesia de la Resurrección”.
Después en el almuerzo estuvimos compartiendo nuestras experiencias apostólicas en el norte de Galilea y en Jerusalén, con el deseo de que podamos volver a tener actividades juntos.
Sentimos que Jesús nos necesita y queremos ofrecerle nuestra juventud.