Del cinco al siete de febrero hemos celebrado la cuarta misión asiática. Este año ha sido bastante diferente a las otras por el hecho de la pandemia. En las misiones asiáticas nos solemos juntar jóvenes de Japón, Corea del Sur y de Filipinas. Esta vez los de Japón y Corea no podían viajar y decidimos hacerlas online. Con el grupo filipino habíamos pensado juntarnos ese fin de semana para tener alguna actividad con niños y familias, dentro de las posibilidades que aquí tenemos y respetando la normativa. Pero una semana antes tuvimos que cambiar de planes: aparecieron algunos casos positivos de Covid en nuestro barrio. Decidimos cancelar las actividades presenciales y limitarnos a tener solo los momentos online.
Desde el primer momento esto suponía optar por creer que era posible, especialmente para el grupo filipino, ya que la conexión a internet no es siempre posible o accesible para todos. Aun así vimos bueno continuar esta misión.
Nuestro lema era: “Veremos milagros” y hay que decir con alegría que hemos sido testigos de muchos milagros. Ya desde la preparación los hemos visto. Esta misión la preparamos un grupo de jóvenes junto con las misioneras. Esto mismo les ha hecho crecer, salir de ellos mismos y superar los diferentes obstáculos que se presentaron en el camino.
Otro milagro ha sido el hecho en sí de poder participar, de poder vernos juntos y sobre todo de darnos cuenta de cómo incluso a través del zoom, que era nuestro medio de comunicación, podemos vivir una experiencia de fraternidad, amistad y de fe compartida. Ha favorecido esta experiencia fraterna que algunos de los jóvenes se conocieran entre ellos por haber participado en misiones anteriores.
Cada momento de compartir o la intervención de cada persona realmente ha sido y es un milagro. Decían algunos jóvenes que lo es ya el hecho mismo de existir y también creer que cada uno tiene una misión en esta tierra. Algo nuevo para muchos de nosotros era que la técnica y las redes sociales se han convertido en espacio de evangelización y de misión este año.
Hemos contado también con la presencia especial de un joven filipino que murió en noviembre: Harold Domantay. Él con mucha ilusión había formado parte del equipo de preparación. Tenía un corazón muy misionero y muchas ganas de participar en esta misión. Aunque nos dejó, en realidad, nos ha estado acompañando y lo hemos sentido muy presente.
Manoli Sánchez