Soy polaca y durante toda mi vida escuché que soy del Este. La cortina de hierro, nuestra pertenencia etnológica a los pueblos eslavos, incluso nuestro idioma que tildan de enrevesado quienes son de afuera,… todo esto ha marcado la diferencia entre el Este y Oeste del Viejo Continente. Hace cinco meses que vivo en Medio Oriente y me he podido topar con una cultura sin Steven Spielberg… Voy a intentarme explicar.
PUNTOS EN COMÚN
La realidad que encuentro aquí me grita con fuerza: “eres del Oeste”. Aunque había experimentado muchas diferencias entre Polonia y otros países europeos, ahora descubro que ¡tenemos mucho en común! Como continente compartimos la misma historia, mentalidad y estilo de vida. Formamos parte de una cultura común: Chopin es de la misma manera de España como Picasso de Polonia. Tenemos en común raíces cristianas. De la misma manera nos dejamos influir por las modas y culturas que vienen del otro lado del charco, o sea ¡más de oeste todavía! ¿Qué europeo no ha disfrutado de “E.T.”, “Parque Jurásico”, “Indiana Jones”, “La lista de Schindler” u otras obras de Steven Spielberg?.
ENCUENTRO CON LO DIFERENTE
La historia, el cristianismo y la cultura, con Spielberg incluido, formaron en mí durante años una perspectiva concreta, desde la cual observo y juzgo la realidad. Configuraron mi sistema de valores y me otorgaron certezas. ¿Qué pasa cuando todo lo mío, es decir, lo occidental se topa con la realidad del Medio Oriente? Surgen preguntas, choques y emociones. Lo que era obvio deja de serlo, lo que era normal, escandaliza y lo que parecía un valor universal, se pone en duda. Podría dar muchos ejemplos de las preguntas con las que me enfrento en este tiempo. Desde las más simples: ¿Por qué las películas de Spielberg no tienen tanto éxito en Jordania como en Europa?, ¿por qué las calles de la capital están llenas de basura?, a otras más fundamentales: ¿La verdadera fraternidad entre cristianos, judíos y musulmanes es posible?, ¿el Evangelio tiene más fuerza que la tradición, o costumbre social?, ¿por qué a las mujeres no se las trata de la misma manera que a los hombres?… y por fin: ¿Qué pensaría de todo eso yo, si hubiera nacido y crecido en Medio Oriente?
PREGUNTAS QUE SE RESPONDEN CON EL TIEMPO
¿Qué hacer con las preguntas que en diferentes circunstancias, y no necesariamente por cambiar de continente, aparecen en nuestra vida? Es iluminador el episodio de los discípulos de Emaús. Ellos dejaron que las dudas y las preguntas surjan. Qué importante es permitir que nos inquieten, que provoquen emociones (desacuerdo, rebeldía, frustración…). Me siento también invitada a formular mis interrogantes y compartirlos con los hermanos que Dios pone en mi camino. Expresar lo que llevo dentro y a la vez escuchar al otro, dejándome enriquecer por sus experiencias y opiniones y que éstas complementen o contrasten las mías. Y al final, compartirlo todo con Jesús. Dejarle explicarme las escrituras de la realidad y dejarme sorprender por El. Atreverme a dejar de lado mis convencimientos, suplicar un corazón abierto y aceptar la posibilidad de que las respuestas no vengan de inmediato. Que Jesús me sorprenda con un: “¡Espera!, algunas preguntas se responden con el tiempo, viviendo y amando”
Resumiendo, ¿está nuestro mundo dividido? Sí, lo está. ¿Existen diferencias entre países del Norte, Sur, Este y Oeste? Enormes, en muchos aspectos. ¿Es difícil abrirse a lo diferente? ¡Sin duda! Pero Jesús murió y resucito para que seamos uno. Por eso, creo profundamente que la historia, la religión, la duda, la pregunta por lo difícil, lo diferente, lo doloroso, una cultura sin Steven Spielberg… no constituyen un impedimento para amar. Y quién sabe, a lo mejor un día veré junto a un judío y un musulmán “La lista de Schindler” y lloraremos juntos…
Magda Obarska SEMD. Medio Oriente