La experiencia en Mongolia fue mucho mejor de lo que me había imaginado. Antes de ir pensaba que sería un viaje dónde pasármelo bien únicamente, pero después me di cuenta que fueron unos días donde aprendí muchas cosas nuevas. Y esto lo hizo una experiencia muy significativa e inolvidable. El lema fue «Un mundo grande, un corazón abierto». Los muchos regalos que encontré en Mongolia pueden resumirse en cuatro categorías: conocerme a mí misma, gente, naturaleza y voluntariado.
Conocerse a uno mismo
Me encantó estar en Mongolia, porque me dio mucho tiempo para pensar en mí misma y conocerme mejor.
La gente
Creo que lo que más recordaré de la experiencia en Mongolia es la gente tan buena que encontré allí. Los sacerdotes y misioneros, los amigos con los que viajé y compartí esos días, los amigos que conocí y toda la gente que pude encontrar allí me hicieron sentir siempre mucho agradecimiento por haber podido participar en esta experiencia.
La naturaleza
Me gustaron mucho los paisajes de Mongolia. Los animales caminaban sueltos por la carretera, parecían tan libres… Esto no se ve en Corea, por eso fue algo muy nuevo e increíble para mí. Me encantaron también las estrellas de allí que pude ver, tan numerosas y brillantes, mucho más que en Corea. De mis recuerdos favoritos son los momentos con los amigos de allí, reconociendo las distintas constelaciones y viendo las estrellas fugaces. Además, la naturaleza de Mongolia es increíble, incluidos los árboles, las montañas y las praderas.
Voluntariado
El voluntariado en Mongolia también me impresionó. Los niños de la sala de estudio me parecieron tan inocentes, inofensivos, limpios de mirada… Al verlos sentí un poco de envidia, y me hizo pedir por ellos, para que pudieran crecer así, con esa inocencia. El voluntariado en el basurero al principio fue muy impactante. Olía mal y mis zapatos se ensuciaron en el momento. También me chocó ver vacas comiendo basura y el hecho de que la gente trabajara en un lugar así. Pero lo que más recuerdo son las sonrisas de las personas que trabajaban allí. Sus sonrisas eran más brillantes que la mía y, después de aquel día, quise que mi sonrisa se pareciera un poco a la de aquellas personas.
Para mí ir a Mongolia fue un sueño, y me parece que con las cosas que aprendí allí puedo vivir mejor, con más sabiduría mi vida de cada día. Estoy muy agradecida, y creo que los recuerdos de todo lo vivido allí no los olvidaré de ahora en adelante.
Han Yunjo, Sophia (alumna de 3º de secundaria)