
Testimonio vocacional 6. 2025
Vengo de Cabo-verde, un pequeño país en la costa oeste africana. Y soy testigo de que el amor es más fuerte que la muerte.
Pertenezco a una familia que desde pequeña me ha sembrado la fe y mucho cariño. A la edad de los 16 años perdí a mi madre y tres años más tarde a mi padre. Ese hecho marcó un hito en mi vida. La experiencia de orfandad me llevó a hacerme muchas preguntas: ¿qué sentido tiene la vida? ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué la muerte? ¿Qué hacemos en este mundo? etc.
Estaba muy enfadada con Dios por todo lo que me había pasado. Entré en una crisis de fe. Mis preguntas persistían, “si Dios es bueno, ¿por qué permite las guerras, la muerte de los inocentes…?”
En mi búsqueda me encontré con unas misioneras que me dijeron que podría hablar con Dios y me invitaron a un grupo de oración. Ahí vi una oportunidad de expresarle a Dios toda la rabia que llevaba dentro y eso me permitió “discutir” con Él. Fue el inicio de un nuevo nacimiento. Puedo decir que aprender a orar, es decir, hablar con un Dios vivo, me ha devuelto la vida. Dios ha escuchado mi dolor, mi rabia; ha visto mis lágrimas…y lo más importante es que me ha contestado. Esta es una de las razones por las que he decidido ser misionera: para poder ser un instrumento de que las personas entren en relación con Dios.
Poco a poco fui descubriendo que Dios tiene sentimientos, que sufre la pérdida de mis padres, que es sensible a mi dolor y al de mis hermanos. Para Él cada uno de nosotros somos únicos, nada de lo que vive cada uno de sus hijos le es indiferente.
Puedo decir que el sufrimiento fue la puerta de entrada desde la que Dios se me ha revelado y eso me ha llevado a decir: “a un Dios así vale la pena entregarle la vida”. La última palabra no la tiene la muerte, sino la vida y el amor.
He encontrado muchas personas a las que el dolor, la pérdida de alguien querido, la realidad del mundo les ha hecho perder la fe, y frecuentemente me dicen “yo no puedo creer en un Dios que permite la muerte y las injusticias” Yo les contesto: “yo tampoco”, el Dios en quien creo es el Dios de la vida.
Eunice Rocha SEMD Togo

