
Testimonio vocacional 4. 2025
María Matos. Misionera en Corea del Sur. Soy profundamente feliz.
Crecí en una familia que, entre otras cosas, se caracteriza por el buen humor. Sin embargo, con el paso del tiempo y por cosas de la vida, me empecé a preguntar: ¿realmente yo soy profundamente feliz?
Cuando terminé el instituto estudié Enfermería. Porque mi sueño era irme con alguna ONG, tipo Médicos sin Fronteras, y trabajar como enfermera en un país pobre. Quería curar a las personas, para así ayudarles a vivir feliz la vida. En el último año de carrera una compañera de clase me invitó a un retiro espiritual. No fue fácil, porque el silencio me hizo encontrarme conmigo misma y las preguntas y vivencias que llevaba por dentro. Sin embargo, de los últimos días escuché una canción través de la cual sentí como si Jesús me dijera: “Nadie te ama como yo, María”. Fue la primera vez que experimenté el amor de Jesús por mí, que me intuye, me conoce y me ama profundamente, tal cual soy.
Al cabo de unas semanas, me encontré por primera vez con las misioneras y el brillo de su mirada me impactó mucho. Empecé a participar en sus actividades. Por aquel entonces ya estaba trabajando en el hospital y la mirada de la gente, muchas veces apagada y triste me hizo pensar mucho. Me di cuenta de que lo que muchas veces roba la alegría en los ojos, no son sólo las heridas del cuerpo que yo quería curar, sino las heridas del corazón, la soledad, la infravaloración, la exigencia y el sinsentido. Y fui descubriendo el deseo de compartir con todo el mundo esa alegría profunda de sentirse amado y acompañado siempre por Él. A eso es a lo que Jesús me llamaba.
Han pasado ya 23 años de aquello y puedo decir que soy profundamente feliz. En todo este tiempo hubo de todo, risas y lágrimas, entrega y cansancio, encuentros y desencuentros. Y detrás de todo, la presencia fiel de Dios bueno acompañando, amando y guiando siempre, y dando siempre una razón para sonreír en medio de todo. Mi abuela Nanda, que me acompaña ya desde el cielo, me dijo muchas veces de pequeña: “María, tú siempre sonríe”. Y es lo que te deseo también a ti, que puedas encontrar a este Dios que, en medio de las dificultades, es capaz de hacernos sonreír.
María Matos SEMD. Corea del Sur.

