Testimonio vocacional 2. 2025

Hola me llamo Alaitz y nací en una ciudad portuaria del País Vasco en el norte de España

Hace 20 años vine a Japón como misionera, os voy a contar cómo llegué hasta aquí. Soy la mayor de cuatro hermanos. Nos bautizaron a todos al poco de nacer, pero no recuerdo haber ido a la Iglesia en familia. Había una Iglesia justo enfrente de nuestra casa.

Hasta los 19 años, mi imagen de la Iglesia era vieja, aburrida, un montón de abuelas reunidas y rezando el rosario demasiado rápido. No me atraía, pensaba que Dios, si es que existía, no tenía nada que aportarme.

Por otro lado, desde muy joven, me dolía el corazón cuando veía a gente necesitada en el mundo y tenía el deseo de hacer algo. Estudié enfermería con el sueño de algún día ir a África o a algún país como voluntaria y durante mis años universitarios, tuve la oportunidad de participar en diversas actividades de voluntariado, donde recibí más de lo que di. Fue una experiencia muy enriquecedora, como si hubiera encontrado un tesoro muy valioso gratis.

En mi tercer año de universidad, tuve un encuentro importante. Conocí a personas que me hicieron sentir que la fe es alegría, libertad, amor, aceptación y auténtica felicidad. Si ese Dios existía, yo también quería creer en él. A partir de ahí empezamos a caminar juntos, y un día, en un encuentro resonaron en mi corazón estás palabras de la biblia: «Tú me conoces, tú me has formado» (salmo 139), me atreví a dirigirme a Dios diciéndole que si existía quería conocerle y a partir de ahí mi corazón se abrió y ¡me di cuenta de que Dios estaba allí! Que mi vida no era casualidad, que existía porque alguien me había deseado, amado y elegido así como soy desde siempre. Me sentía tan feliz que quería que el mayor número posible de personas experimentara esa alegría.

Esa experiencia me ha llevado hasta donde estoy hoy. Hace 20 años, en 2004 vine a Japón como misionera. Para mí, era como un sueño. Quería ponerme al servicio para que las personas que me encontrara pudieran tener el encuentro con el amor de Dios que yo había experimentado.

Cada día me siento como un instrumento para que Dios se acerque a las personas. Y me maravillo de cómo el actúa tocando los corazones de las maneras más creativas. Estoy agradecida a Dios porque quiera contar conmigo y le pido humildad para que su amor pueda llegar a muchos.

Alaitz SEMD Japón

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