He participado del Sínodo Continental de Asia en febrero de 2023 en Bangkok, Tailandia. Estuve como representante de la vida consagrada de Asia Este y formaba parte del equipo de discernimiento y redacción. La dinámica de la asamblea seguía la metodología de la Conversación Espiritual. Esta metodología pone mucho énfasis en la calidad de la capacidad de escucha, así como en la calidad de las palabras pronunciadas y discernir juntos donde el Espíritu nos está guiando. Compartimos en pequeños grupos las preguntas y dimos las respuestas como grupo. En el grupo, había cardenales, arzobispos, obispos, religiosas y laicos. Sentí que los propios rostros de los participantes me mostraban cómo debe ser una Iglesia sinodal.
Para poder caminar juntos, pienso que es muy importante poder conocernos mutuamente todos los estados de la vida, de la sociedad. Pensando dentro de la Iglesia, en el día a día, los laicos no conocen bien lo que el obispo piensa, en lo que sufre, o el sacerdote no conoce bien lo que los laicos, las mujeres, los jóvenes están pensando , sintiendo,etc… La falta de conocimiento mutuo puede dar lugar a malentendidos y a que la gente se sienta herida.
Creo que el Sínodo ofrece una oportunidad para conocernos, compartir y escucharnos qué tipo de Iglesia queremos ser. La gente que vinieron del Vaticano nos dijo: «Sinodalidad es el único camino y no hay otro», y realmente pensé que era verdad. Creo que así debe ser la Iglesia. Con ello tenemos que superar el clericalismo y el autoritarismo. En este proceso también se cumpliría el papel de la vocación de cada uno.
Me impresionó el ambiente de hermandad que reinó entre los participantes durante la asamblea. Todos muy humildes, abiertos de mente y escucharon mutuamente con atención.
Poder preparar y participar en el Sínodo Continental de Asia, me hizo abrir mis ojos sobre la realidad de la Iglesias en Asia. En la mayoría de los países en Asia, la Iglesia es perseguida. La Iglesia católica, excepto en Filipinas y Timor Oriental, somos minoría y muchos países son musulmanes donde el cristianismo está prohibido evangelizar. Aun así, hay gente que vive su fe. La Iglesia en Japón, aunque somos minoría, no estamos perseguidos “oficialmente”, podemos compartir y anunciar la Buena Noticia del Amor de Dios. Vivo en este Continente donde mis hermanos y hermanas literalmente están dando sus vidas y luchando por la fe. Darme cuenta de esa realidad me hizo querer trabajar con más sentido la misión que Dios nos confía.
Momoko Nishimura SEMD Japón