SERVIR ES ENSAYAR CADA DÍA

 

Un buen concierto es fruto de muchos ensayos, sobre todo si las piezas a interpretar son una verdadera joya. El concierto es uno en una ocasión especial del año, los ensayos muchos. Cada ensayo es importante. Es cierto que no siempre te haces a la idea de cómo es la obra que interpretas cuando al segundo compás hay que parar porque aquello no tiene alma, o cuando se focaliza la atención en un grupo de instrumentos si su partitura es muy compleja. No suena la obra tal cual es todavía pero se va anunciando el resultado final, se avanza hacia lo que será el concierto en sí. En cada ensayo cada músico y la orquesta entera se familiarizan con la obra hasta conocer los matices más sutiles de cada compás y cada instrumento se pone en función del resto. Director y músicos hacen cohesionar todos los sonidos y entran en el corazón de la obra y en el propósito del compositor. Adquieren destreza, compenetración  y naturalidad hasta que la música fluya con toda su belleza. El ensayo es el tiempo de enamorarse de aquello que interpretamos y de agradecer de corazón la oportunidad de conocer por dentro una obra maestra.

Pues bien, el Reino se construye de ensayo en ensayo. El Reino es el regalo de Dios, su sueño y su empeño. Acogerlo es hacerlo acontecer con nuestros gestos, palabras y hechos. La vida entera se convierte en los ensayos de esta obra inmensa cuya partitura es el Evangelio con los estatutos y planes pastorales como sus variaciones. Tener la partitura no significa que ya sé tocarla. Es un proceso de hacerla mía junto con otros y de darle mi ser.

Así vivió Jesús.  Anunciaba que el Reino había llegado en Él. Dejó que el Padre se lo regalara, se convirtió en su sueño y en la razón de su vida. Sus curaciones, sus enseñanzas, la relación con los demás,…  eran expresión del Reino que acontecía como adelantos de una realidad más completa y que debía ser más compartida por todos. Su vida en esta tierra fue un tiempo de enamorarse de todo lo que Él llamaba Reino: la misericordia, la alegría de los sencillos ante el amor de Dios, la confianza en la providencia, la fraternidad,… Cada día fue poniéndole al amor y a la confianza en Dios los matices que mejor interpretaban el amor del Padre. Vivió con el sano inconformismo de un artista que quiere cuidar cada detalle de una obra de arte.  Servir fue ensayar cada día: aprender, descubrir, dejarse interpelar, dar lo mejor de sí mismo, avanzar.  Como nosotros, no vio un resultado elocuente pero confiaba en que un día todo, absolutamente todo habrá merecido la pena. Porque ensayar no es hacer experimentos a ver qué pasa. Es afinar mucho y cuidar detalles con la inmensa esperanza de que “al Padre le ha parecido bien darnos el Reino”

Nuestra vida está llena de momentos que saben a Reino. A veces parecen inconexos, como una bocanada de aire fresco que alienta pero que no parece cambiar muchas cosas. Son momentos de ensayo: de gustar por trozos lo que un día será eterno. Cada etapa enfrentamos nuevas circunstancias e iniciativas que el Espíritu parece haber suscitado con algunas intuiciones, unas pocas pautas a seguir y una gran dosis de ilusión y temor. Eso es ensayar: es caminar por lo que nos es desconocido ofreciendo la mejor versión de nosotros mismos y de fidelidad al Evangelio. Y sin darnos cuenta, el Reino avanza.

Hace muchos años con mi agrupación musical nos presentamos a un certamen. Teníamos que tocar una obra que se estrenaba para esa ocasión. El compositor formaba parte del jurado. Cuando terminamos de interpretar su obra se acercó emocionado y nos dijo: ¡No la imaginaba tan bonita!  Al final de los tiempos, cuando todo sea recapitulado en Cristo, Dios nos dirá esas mismas palabras. Nosotros también las diremos.

Hna. Mª Carmen Izquierdo

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