La primera misionera coreana
A los veintitantos años, tuve una gran pelea con mi novio. Y de camino a casa, llorando, pensé: “¿Por qué estoy llorando? ¿Creí que alguien podría llenar mi corazón?”. En mí surgió la certeza de que “sólo Dios puede llenar mi corazón”. Esta es mi primera experiencia con Dios. Y os quiero compartir el llamado que descubrí a «SER DESCANSO PARA JESÚS”.
Soy coreana. Estudié educación en idioma japonés en la universidad y, después de graduarme, trabajé en una empresa en Japón durante 8 años. Allí conocí a las misioneras y entré en la Comunidad a los 32 años.
Nunca pensé en querer hacer algo por el mundo. Y disfrutaba tanto de mi vida personal, que tampoco imaginé nunca que Dios llamaría a ser misionera, hasta que cumplí los 29 años. Cuando conocí a las misioneras, empecé a ir a los retiros y reuniones de oración que hacían. Viéndolas vivir en Japón, pensé que sería imposible una vida así si Dios no existiera. Un día, en la oración, mirando la cruz, me pareció que los ojos de Jesús estaban muy tristes. Y sentí que me decía: “Quiero descansar”. No sabía de qué estaba hablando, pero algo me impulsó a dejar mi trabajo ese verano e hice un viaje de 3 meses por Europa. Quería encontrar respuesta a lo que “Dios quería para mi vida”. En ese tiempo hice 38 días de retiro con las misioneras.
Empecé el retiro con miedo a que Dios no me diera una respuesta. Y tampoco me fue fácil ver mi vida un poco “por los suelos”, “perdida”. Fue un gran consuelo para mí Isaías 43: “no tengas miedo”. Y un día, cuando mi miedo iba desapareciendo poco a poco, de repente me tocó mucho el versículo 1: “te llamo por tu nombre, eres mía” (Is 43,1). En ese momento, pensé: “¿Eh? Yo soy mía, ¿cómo es que Dios me dice que soy suya?”. Me sorprendí mucho porque hasta ese momento nunca había pensado que pertenezco a Dios. Y esta palabra, “tú eres mía”, me pareció una expresión cargada del cariño de Dios hacia mí.
Después de este momento, comencé a pensar en lo que mi corazón profundamente había soñado. Y al final del retiro, las palabras de una misionera sobre una charla de castidad se me clavaron en el corazón. “¡No tengas miedo a enamorarte! ¡Ama con todo tu corazón!”. Y sentí: “¡esto es!. ¡Esta es la vida que quiero vivir!”. Entendí que si amo incondicionalmente como lo hizo Jesús, seré libre de mí misma y, entonces, podré ser más feliz que nadie». Recordé aquel susurro de Jesús, «Quiero descansar», y me di cuenta que Dios me estaba llamando para ser su descanso. Por eso hoy quiero vivir siendo “descanso para Jesús”, un lugar donde cualquiera pueda venir y descansar. Esta es mi misión que me hace libre y feliz.
Christina Shin SEMD South Corea