¡Qué lección de sencillez y humildad me han dado!

He tenido la oportunidad de ir a la misión en Perú. Llegué a Lima un lunes por la noche, un poco asustada, la verdad, no sabía lo que iba a encontrarme, pero si creí estar preparada.

Empiezo mi primer día, camino al geriátrico municipal: caos en la carretera, sorpresa al llegar y ver lo bien atendidos que están los ancianos, aunque con necesidad de recursos. Me encuentro con unos abuelos encantadores y con necesidad de cariño. En el asilo llaman «oro blanco» a un rollo de papel higiénico por lo cotizado que está.

La segunda semana he estado en el hospital del niño, donde conseguir una cita les llevaba cuatro días, donde se mezclan pacientes con distintas patologías, pero todos con algo en común, UNA SONRISA ¡Qué lección de humildad y sencillez me han dado!

Al ver tanta pobreza, tanto dolor me pregunté: ¿dónde está mi Dios?, ¿por qué permite esto? Mi respuesta vino más tarde estando en el grupo que hacíamos los voluntarios y en el que compartíamos las vivencias del día. Exponiendo cada uno su experiencia de la jornada, fue cuando obtuve esa respuesta: mi Dios está en cada uno de los que fuimos a ese voluntariado: españolas, italianos, alemanes, polacos etc…. aún sin hablar el idioma se entendían perfectamente y ayudaban. Mi Dios está presente, no me quedó duda.

Por las tardes íbamos al apoyo escolar de los niños del cerro que aún siendo extremadamente pobres y no tener nada, siempre nos recibían con una sonrisa. Ellos me hicieron comprender que son el futuro y que la fe mueve montañas.

Ahora ya desde casa pienso todos los días en esa gente tan increíble que conocí y desde aquí rezo para que Dios no los abandone. ¡Ojalá pueda volver algún día!

María Cánovas

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