Se ha tardado más de un mes para decidir quién es de presidente de Perú después de las elecciones. La semana pasada me demoré dos horas en hacer un trayecto que en media hora podría hacerse perfectamente. Las avenidas principales de Lima estaban colapsadas. En los aledaños del Congreso y en las plazas principales del centro de la ciudad, grupos de manifestantes llevan semanas de protestas.
Por la ventanilla veía las estatuas de quienes han sido protagonistas de la historia de Perú. Todas estaban cubiertas porque las están restaurando. Los días 28 y 29 de julio Perú celebra su bicentenario como nación.
Al día siguiente subía con un grupito de jóvenes a un asentamiento en la cima de un cerro. Los chicos habían recaudado fondos para comprar alimentos a una olla común. Los vecinos del cerro se turnan para cocinar cada día un plato de caliente para las familias que viven ahí. Las casas de chapa y el camino tortuoso para llegar hasta arríbame recordaban con dolor que abajo embellecen estatuas.
Sin embargo, por pretencioso que parezca, allí estaban los protagonistas de esta página de historia que nos toca vivir: los chicos con su solidaridad, las mujeres que cada día hacen la comida en el cerro,…Como ellos, innumerables personas de toda condición que se dan a sí mismos, que evangelizan poniendo todo su cariño o que aman sin dejarse frenar por la adversidad.
Todos, al fin y al cabo, estamos en este mundo como protagonistas de la historia, con estatua o sin ella. El protagonismo no lo da el poder, el puesto que ocupamos o nuestra personalidad. Lo da responder a la llamada que el amor nos hace. Ojalá, como dice el himno de Perú, seamos libres de las prisas de ver cambios y de la incertidumbre que podría paralizarnos. Libres para creer que el bien todavía sostiene el mundo y que Dios se sobrecoge con del día a día de quien colabora con Él, lo sepa o no.
Mª Carmen Izquierdo.