Peregrinos de la esperanza

«El viaje silencioso de los refugiados Norcoreanos y la ayuda de

4 febrero, 2025
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Este año Jubilar lleva como lema «peregrinos de esperanza». Peregrinar a pie, esperanza, son dos conceptos que resuenan dentro de mí con fuerza. Cuando pienso en peregrinar a pie me viene a la cabeza el camino de Santiago, que varias veces he recorrido. Cuando pienso en esperanza me viene el deseo de visitar mi querida tierra Granada, ya que vivo a miles de kilómetros, en Corea del Sur.  ¿Cuál es tu esperanza, te pregunto?  ¿Qué te viene a la cabeza cuando piensas en peregrinar a pie? 

   La respuesta a las preguntas que nos hacen depende del contexto en el cuál hemos vivido y dependen de nuestras experiencias vitales. ¿Cuál es la esperanza que tiene un niño de 9 años que cruza la frontera entre Corea del Norte y China? ¿Qué referencias tiene para ellos la palabra “peregrinar a pie” tras cruzar la frontera entre China y Laos, camino de Tailandia por los montes y caminos huyendo de la deportación?

   Hace 19 años que vivo en Corea del sur y 5 que entrevisté por primera vez a una refugiada política de Corea del Norte que después de llegar al Sur se había convertido al catolicismo. Desde entonces las historias de estos hermanos me han conquistado, su resiliencia, su valentía, su deseo de vivir y la historia de su conversión son para mí una fuente de inspiración y por qué no decirlo una fuente de esperanza.

   Déjame contarte ahora la historia de dos jóvenes norcoreanos católicos. La historia de su salida del Norte y el proceso de su conversión. Entre estos peregrinos de esperanza, algunos son niños, como el caso de Estela.

    Estela (no es su nombre real) salió de Corea del Norte con 14 años (hace ahora unos 12 años). Partió con su madre y se asentaron en China. Su madre allí se volvió a casar.  Estela y su madre después de algunos años de vivir en China decidieron volver a escapar hacia Corea y usaron la ruta, China-Laos-Tailandia para llegar hasta Corea del Sur.

¿Por qué se decidieron a seguir escapando una vez que estaban en China?

La vida en la clandestinidad no era fácil, especialmente para las mujeres y los niñas, siempre se encuentran vulnerables a redes de tráfico, prostitución y violencia. Por eso emprender de nuevo el viaje después de unos años es muy habitual.

Para la mayoría de los refugiados norcoreanos, la huida de Corea del Norte es una búsqueda desesperada de un futuro mejor, salud, alimentos, medicinas, paz y una vida digna que les sea finalmente reconocida en su totalidad. Una verdadera peregrinación hacia la esperanza.

Andrés, su hermano pequeño y su madre recorrieron también los 6000 kilómetros que separan Corea del Norte de la embajada de Corea del Sur en Tailandia.

Esta es una de las rutas más aconsejadas por los brokers para desertar de Corea del Norte. Su padre aún sigue en el Norte y cada vez que lo menciona se emociona. Andrés tenía 9 años y su hermano 7 y parece que fuera ayer cuando recuerda cómo el broker le metía miedo diciendo que si se movían en el barco quizás los cocodrilos del Mekong les devorarían. (El rio que divide Laos y Tailandia y que todos los refugiados cruzan en su último tramo antes de la libertad).

Salir de Corea del Norte puede costarles más de 2000 euros por persona, ya que deben pagar al broker que les acompañará hasta su destino. Para ello durante años ahorrarán ese dinero y dejarán atrás todo con la vista puesta sólo en su objetivo.

Este viaje de huida es una experiencia desgarradora que deja profundas huellas físicas y emocionales. A menudo padecen depresión, trastornos de ansiedad e incluso PTSD debido a los traumas vividos en su país de origen y durante su huida. Sin embargo, la Iglesia Católica, a través de sus esfuerzos en Corea del Sur, juega un papel fundamental en el proceso de sanación. En las casa-hogar de las salesianas o los franciscanos, los refugiados menores de edad, son introducidos en una nueva vida y en una nueva familia. A través de la orientación espiritual y humana que proporcionan las religiosas y los sacerdotes, muchos refugiados, como Estela o Andrés han encontrado una nueva familia en la Iglesia. La Iglesia les ofrece también un acompañamiento emocional, psicológico y espiritual fundamental para su integración en la sociedad surcoreana.

La conversión al catolicismo de muchos refugiados norcoreanos no es sólo un acto de fe, sino en la mayoría de los casos un gesto de profundo agradecimiento. Estela, por ejemplo, experimentó el amor incondicional de las religiosas que la acogieron. En esos momentos, fue cuando comenzó a descubrir no sólo la belleza de la fe, sino también su propia dignidad como ser humano. Hoy, ella sigue su camino en la universidad, trabajando a tiempo parcial para mantenerse y contribuir a construir su propio futuro, pero claro está mucho gracias a la fuerza que encontró en la Iglesia.

Además de la ayuda directa, mediante becas y apoyo emocional, los esfuerzos de la Iglesia Católica se extienden en la creación de redes de apoyo. A través de programas de mentoría, grupos de oración y actividades recreativas, espacios como clubes juveniles católicos para norcoreanos es un testimonio del compromiso de la Iglesia con la reconciliación, la paz y la integración.

La historia de los refugiados norcoreanos es una historia de esperanza. Y la Iglesia Católica, con su misión de acogida y amor, se convierte en el faro que ilumina su camino hacia un nuevo amanecer.

Ester Palma SEMD Corea del Sur

Todas las fotos pertenecen a la peregrinación a pie organizada por la comisión de la Reconciliación de los pueblos de la diócesis de Seul para jóvenes este pasado mes de Agosto 2024 al lado de la frontera (DMZ) rezando por la paz y la unidad de las dos Coreas.

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