Nuestras promesas de «servidores laicos»
Me llamo Justin, tengo 31 años. Soy enfermero anestesista y estoy casado desde hace ocho meses. Dios me dio la gracia de conocer la comunidad de los Servidores del Evangelio. En ella hemos decidimos hacer nuestras promesas de “servidores laicos” el 27 de mayo en Lomé (Togo) ocho jóvenes adultos: Raphäel y Bienvenue, Freeman, Paul, Narcisse, Aimé, Christine y yo.
Palabra de Dios
Todo comenzó con un llamado hace seis años durante una convivencia. Las palabras de Isaías 43: “No temas, yo te he redimido y te he llamado por tu nombre, tú eres mío” me conmovieron profundamente. Pude comprender que era precioso a los ojos de Dios y que me amaba tal como era, a pesar de mis errores, mis defectos y mis imperfecciones. Me di cuenta de que vivía en una profunda soledad, a pesar de mi familia y mis amigos, confundido y con un dolor al que no sabía poner nombre.
Me sorprende ver hasta qué punto Dios me ayudó a conocerme mejor, a poner en palabras las situaciones que había vivido y los sentimientos que tenía. Así fue como me di cuenta de que había una herida enterrada en lo más profundo de mí: la ausencia del amor paternal. La comunidad fue para mí un apoyo sin igual durante esta etapa. Gracias a la escucha que me brindaron a, la revisión de vida y nuestros talleres de oración y formación, pude recorrer un camino de perdón y ésta es una de las experiencias que más me han marcado.
Ha sido difícil aprender a ver a Dios en la persona de mi padre biológico. Rezar todos los días para que aprendiera a apreciarlo y amarlo un poco como Dios mismo lo ama también. Pero, hoy puedo decir, que admiro a mi padre y agradezco a Dios que me haya dado un padre que continúa a mi lado fuerte y vivo.
Ha cambiado mi vida
Muchos aspectos de mi vida han cambiado desde que conocí el amor de Dios. La vida misionera, que he aprendido en esta familia, me han enseñado a vivir mi profesión reconociendo a Cristo sufriente en cada uno de mis pacientes. Sé que Dios también los ama inmensamente y esto me ha enseñado a ser más atento con ellos y a soportar la fatiga del trabajo. Sé que atendiendo bien a mis pacientes estoy también procurando el bienestar de Cristo.
La alegría de que otras personas también experimenten a Cristo a través de mi vida y de servir a los demás en mi familia, en mi profesión y en otros grupos es la razón de mi compromiso. Estoy muy contento de haber hecho nuestras promesas de «servidores laicos».
Justin- Togo