
Vamos a hacernos a la mar
Cuando me propusieron llevar uno de los grupos e-Way, me vinieron mil excusas: “la hora es fatal”, “quién soy yo para llevar nada, si no soy constante con ningún proyecto que inicio”, y algo que yo veía imposible, “no tengo ni idea de informática”…. Y me sorprendía a mí misma justificando mis excusas y a la vez, inquieta porque escuchaba otra voz: ¿pero dónde está fu fe, Ana?
Estas decisiones no puedes tomarlas siguiendo tu primer impulso, ni desde la razón, sino después de haberlo puesto en oración con “Ese que te llama”, que es tu Padre, y que lo que te está diciendo es que “Te necesita”.
Al pedir ayuda al Espíritu Santo para tomar la mejor decisión, he recordado la alegría que he experimentado cuando siguiendo las intuiciones de Dios en otras ocasiones, he dado lo que tenía y he entrado a formar parte de algo que me trascendía, que es hacer la voluntad de Dios. Cada vez que le digo SI, me descubro eligiendo lo que agrada a Dios, y eso es lo que me hace realmente feliz; y lo que Dios me regala es sentir que formo parte de algo que es su sueño.
Al lanzarme “mar adentro” respondiendo a esta llamada, me di cuenta de que no me sentía capacitada. En mi caso, no controlaba para nada el tema informático y os confieso que me atormentaba aquello. Pero Dios que me conoce y sabe de mis debilidades, me fue dando herramientas. He encontrado la dedicación y la paciencia de hermanos que me ayudaban y enseñaban, y eso cada día me hacía poner mi ilusión y mi esfuerzo.
Muchas veces había escuchado a las hermanas decir que “Dios capacita a los que llama”. Efectivamente, Él lo hace posible. Cuando te pones a faenar, te pone hermanos y hermanas que reman a tu lado. Y si tú pones todo lo que tienes en sus manos y confías, Él lo da todo, despliega las velas y llegas a puerto, porque Él siempre lleva el timón.
El SI que doy a los planes de Dios tiene más de Dios que de mí misma. Cuando vienen las tormentas y el miedo de perder el control, o siento que voy a ahogarme, El viene a socorrerme, y me da la mano. Entonces lo vuelvo a intentar, porque me dice “no temas que yo estoy contigo”.
Esta primera travesía ha sido todo un regalo para mí. Una vez más he experimentado “que es dando como se recibe” y siento de algún modo que Dios está contento con mi vida. Y solo me sale dar GRACIAS a Dios: por mis hermanas y hermanos que me han hecho crecer con su testimonio de entrega y compromiso; y por cada uno de los que han participado fielmente en todos los encuentros, poniendo sus ganas, su ilusión, su disponibilidad y su corazón.
Ahora solo deseo volver a escuchar esa voz que me diga “Vamos a hacernos a la mar”.