En Togo hicimos unas misiones de Navidad con unos jóvenes con los que tuvimos una convivencia del 13 al 15 de noviembre. La incidencia del coronavirus por aquí es tan poca que nos permite tener encuentros presenciales. Cada día le damos gracias a Dios por ello y esto nos ha posibilitado convocar para la convivencia y también llevar a cabo la misión navideña.
Claro que aquí los chicos se enfrentan a otros desafíos a la hora de participar de estas actividades: encontrar dinero para poder costear una convivencia, la falta de tiempo real cuando están en pleno curso y conseguir el permiso de sus padres. Para la convivencia once chicos superaron la prueba y pudieron con estos obstáculos. Todo un record en Dapaong, teniendo en cuenta que entre los asistentes había cuatro chicas. A las chicas apenas las dejan salir de casa aquí. Una de ellas nos dijo: “Yo he ahorrado el dinero de mi desayuno para participar de la convivencia. Viendo mi esfuerzo, mi padre ha completado la cantidad que me faltaba”. ¿Quién de nosotros sería capaz de esta heroicidad?
Pasamos un fin de semana maravilloso en el nuevo centro misionero de Dapaong. Entre cantos, charlas, oración, bailes, juegos, misa y fiesta, los jóvenes acabaron descubriendo lo mucho que Dios los ha querido, los ama y los va a amar. A pesar de la dureza de la vida, de las meteduras de pata, o de todo lo que les ha hecho dudar, el amor de Dios nuestro Padre común se les hizo palpable.
Les doy la voz ahora a algunos de ellos para que nos compartan su experiencia:
Basile: “Dios me dice: en medio de las dificultades: ¡persevera! Algo me impulsa a vivir en fraternidad. Quiero decir a los que no estuvieron que he recibido el AMOR y que esto es la base de TODO!”
Florence: “ Aqui nadie es superior y nadie inferior al otro. Yo no sabía que todo el mundo es mi hermano o mi hermana. El Señor me ha abierto el corazón para amar.”
Aristide: “Me ha impresionado la persona de Nelson Mandela. ¡También era pobre pero ha podido lograr su vida! Yo quiero ser como él para cambiar Togo. Es el Amor lo que cambia todo.”
Las misiones de Navidad fueron la oportunidad para ellos de compartir el amor que habían descubierto y de encender la esperanza ahí donde iban. Unos jóvenes que se saben amados por Dios y creen en la fraternidad son como una estrella que presagia algo bueno en nuestro mundo.
Christa Wanning