Del 20 al 30 de agosto 2022, vivimos siete días de misión y tres de retiro un equipo fantástico de veintitrés jóvenes y seis misioneras. Los jóvenes procedían del sur de Togo(Lomé) y del Norte (Kara y Dapaong). Nos fuimos a un pueblo llamado Tabligbo, que queda a dos horas al norte de Lomé.
Les quiero compartir tres perlas de esta experiencia preciosa.
La pasión de estos veintitrés jóvenes misioneros
Como dice una canción “Lo dice el Papa, los dicen los obispos, ¡la juventud es lo mejor que tiene Cristo!”… y añadiría que la pasión de estos chicos, en concreto, es lo mejor que tenemos nosotras las misioneras. Me encantaba contemplar a estos chicos que se entregaban con tanta alegría y entusiasmo. Ya desde el primer día que nos tocaba preparar el lugar, verlos limpiar las salas, duchas y baños con tanta energía y amor era sorprendente. Han recorrido con mucho ánimo las calles de arena del barrio visitando las familias. Eran incansables jugando con los niños. Tuvimos lluvia y la arena se convirtió en barro y tampoco tener que correr descalzos en el barro, les impidió jugar al fútbol con los jóvenes del lugar.
Con mucha responsabilidad y compartiendo desde su propia experiencia de vida, animaron los diferentes talleres y dieron las formaciones a los adolescentes y jóvenes. La vigilia de alabanza fue una verdadera explosión de alegría. Con sus bailes, atrajeron a todos detrás de ellos para alabar a Dios. Después los tres días de retiro los vivieron con mucha seriedad y abrieron a Jesús toda su vida.
La acogida de las familias del pueblo de Tabligbo
¡Me asombra siempre la hospitalidad del pueblo togolés! Una mañana de misión por las casas, una mujer de treinta y cinco años, Akouvi, nos acogió con mucha alegría diciendo que somos una bendición de Dios para su familia. Luego insistió para que comamos el único plato que estaba preparado. Cuando llegó su marido le pidió perdón porque nos dio a nosotros el plato que estaba destinado para él. El hombre con una gran sonrisa nos mira y nos dice: “Si ustedes han comido, ¡yo estoy saciado!”. ¡Qué lección tan bella de acogida!
¡Anunciar el Evangelio salva!
Hace veinte años que soy misionera desde mis 20 años. Preparando los días de retiro para estos jóvenes, Jesús me dio de nuevo la experiencia de que Su Amor es suficientemente fuerte para salvar a estos jóvenes: salvarles de la mirada negativa que tienen sobre ellos mismos, y liberarlos de las cargas pesadas que traen sus situaciones familiares complejas o el contexto socio económico del país. Salva porque crea nuevas relaciones y da al corazón la posibilidad de perdonar.
Gracias Señor por esta vocación tan grande de dar a conocer tu Amor que puede hacer nuevas todas las cosas. Viendo a estos jóvenes que se dejan tocar por el Amor de Dios y que quieren seguir viviendo el Evangelio. Yo creo que Togo tiene mucho futuro. ¡Gracias Señor por poder estar aquí y verlo!
Isabelle Jaquinet