Algo que me llama mucho la atención de las primeras comunidades cristianas y que me invita constantemente a la reflexión es la gran virtud que éstas poseían a la hora de acoger y acompañar a aquellos que querían formar parte de la iglesia. Visitaban a los presos y los mantenían en contacto con lo que pasaba afuera mediante las noticias de algunos hermanos y hermanas. Esto me recuerda incesantemente la urgente necesidad que tenemos como iglesia de “salir afuera”, a las “periferias de la fe”. Salir al encuentro de tantos hermanos que, por distintas razones, no se han animado a acercarse a la iglesia y tender puentes y abrir caminos capaces de crear comunión.
Ahora bien, dadas las circunstancias actuales de nuestra sociedad y de la iglesia, ¿cómo hacer esto? ¿Cómo es la iglesia que soñamos y que nos gustaría dar a conocer? ¿Qué papel tenemos los jóvenes en esta misión evangelizadora y qué podemos ofrecer desde nuestra posición? ¿Qué barreras o inconvenientes encontramos a la hora de acercarnos a otros jóvenes para dar a conocer a Dios?
Estas y otras preguntas están a la base de “Jusem, youth in misión”, un espacio dirigido a aquellos jóvenes que se identifican con el carisma de la comunidad y que forman parte de los “Jóvenes Servidores en Misión” (JUSEM) en Europa. En él “ponemos sobre la mesa” algunos temas referentes a la renovación de la iglesia. También, la necesidad de formarnos y tener herramientas para ser agentes activos y dinamizadores de la misma en nuestros ambientes. ¡Además de conectarnos los unos con los otros y compartir nuestras propias experiencias!
El pasado sábado 17 de abril los jóvenes de Italia, Alemania, Israel y España tuvimos el primer encuentro. Mi nombre es Patricia, soy de Madrid (España), tengo veinticinco años y camino de mano de la comunidad desde los veinte… ¡Cómo pasa el tiempo! ¿Verdad? Casi me parece ayer cuando conocí el infinito e impagable regalo que tenía para mí la iglesia de Jesús gracias a nuestra pequeña comunidad… ¡Nada más y nada menos que la experiencia de Dios vivo y resucitado en mi vida! ¿Cómo no querer comunicar y trasmitir este don tan preciado? ¡Y qué responsabilidad! ¿No te ha pasado alguna vez que te sientes pequeño, como una hormiguita en un trasatlántico intentando comunicar a sus pasajeros que Dios los quiere, que tiene una misión para ellos? Pero ¡eh! ¡cuidado! Que te pisan hormiguita… A veces me he sentido así. Incapaz de contar de manera cordial, auténtica y atractiva todo lo bueno que Dios me ha dado y me da cada día. Por ello, este espacio supone de nuevo otro regalo por parte de la comunidad: la oportunidad de seguir creciendo en la confianza en mí misma para transmitir el evangelio y poder visualizar nuevos caminos de transmisión de la buena nueva, aprendiendo más y más de mis hermanos a lo largo del mundo.
¡Ánimo! ¡Pues estoy firmemente convencida (al igual que San Pablo) que “aquel que comenzó en vosotros la buena obra la irá completando hasta el día de Cristo Jesús!”, también, por supuesto, en nuestra iglesia.
Patricia García.