La Iglesia de hoy tiene otros protagonistas que no son los sacerdotes o las religiosas, sino gente comprometida que han dejado a Dios entrar en sus vidas. Transmiten a Dios desde sus realidades concretas de trabajo y de familia. Su mensaje y testimonio iluminan y animan a quienes los escuchan porque se sienten identificados en sus mismos retos y circunstancias.
Así lo experimenté en una de mis visitas a Salto de las Rosas- San Rafael. En este lugar no hay hermanas misioneras, pero sí un grupo de laicos que vive con toda la fuerza la misión de anunciar el evangelio con la vida y con la palabra ahí donde están.
Es el caso de Cynthia, una joven que pertenece a los Servidores laicos de nuestra comunidad. Ella intenta vivir cada día el evangelio en la escuela donde trabaja, en su pueblo, con sus amigos y en la parroquia a la que pertenece. Conoce a la comunidad desde hace años. Lo que más le atrajo de ella fue ver el evangelio vivo en personas del mundo de hoy y la alegría profunda en ellas por vivirlo. Desde entonces, se fue dejando atraer por Jesús y su deseo de llegar a muchos hogares necesitados de la presencia de Dios y de la fuerza de su resurrección en medio de las situaciones tan complicadas que viven.
Dificultades hay siempre, ¡sí! Pero la fe renueva las fuerzas y el corazón para continuar. Por eso, los momentos en los que se reúnen en comunidad para orar juntos y compartir la fe y la vida son cruciales. Reavivan y recuerdan lo que significa que Jesús entrega su vida para que cada uno viva feliz y con fuerza el sueño que llevan en el corazón.
El mes pasado tuvimos una convivencia organizada por los laicos de nuestra comunidad. Niños, jóvenes y adultos de distintas partes del Gran Buenos Aires se encontraron en la Casa de Espiritualidad de la diócesis de Moreno y pasaron un día celebrando la fe. La fuerza de la fe de estos laicos servidores llegaba al corazón porque hablaban con esperanza y con la certeza del amor de Dios, desde las mismas dificultades que la gente que estaba participando: su día a día, el reto de la adolescencia de los hijos…
“Algo ha pasado en hoy, me siento otro, escucho de otra manera y miro distinto a los demás” decía un padre de familia de treinta y ocho años de la diócesis de Moreno al acabar esta convivencia. Es de un valor incalculable que las familias anuncien el evangelio desde su situación concreta familiar y laboral y eso lo hemos visto en este día.
¡Adelante familias, de vosotros depende la evangelización de los hogares!
Alicia Nieto