Jóvenes con sed de Dios y de hermanos

  En Valenciennes, una ciudad al norte de Francia vivimos cuatro

7 agosto, 2021
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En Valenciennes, una ciudad al norte de Francia vivimos cuatro misioneras. Una de nuestras misiones es la capellanía de los estudiantes. Os vamos a contar cómo hemos vivido esta pastoral en tiempos de pandemia.

Los sucesivos confinamientos eran todo un desafío. A pesar de eso, comenzamos nuestros encuentros con talleres para conocer y gustar la Palabra de Dios. Profundizamos temas como la Creación, la libertad, la alianza, Jesús y su propuesta de seguimiento, su opción por el Reino, el discernimiento, etc. Porque este tiempo de pandemia resumiría así lo que llevan por dentro los estudiantes: «Sed de Dios -y de hermanos- tiene mi alma.» Quieren formarse, conocer mejor su propia fe y al mismo tiempo, disfrutan los encuentros fraternos, amistosos, festivos y sencillos.

 

En octubre, tuvimos la suerte de poder empezar el curso con encuentros presenciales. Cuando vino de nuevo otro confinamiento, les propusimos seguir en «modo distancial». Como los encuentros online no son lo mismo, a veces quedábamos antes para cenar “juntos” delante del ordenador. Entre y entre, cada uno decía lo que había vivido y cómo lo estaba pasando; después nos adentrábamos en el tema propuesto para el encuentro.

A algunos les suponía demasiado y no siguieron el ritmo. Nos enteramos a mitad de curso de que, en realidad, estaban hartos del computador, porque pasaban el día entero delante de la pantalla para las clases en videoconferencia y para estudiar. Incluso algunos habían sufrido migrañas oftálmicas.

 

Entonces se nos ocurrió: si los encuentros presenciales no son posibles durante la semana por sus horarios y el toque de queda, y a ellos lo que les gustaba son  los encuentros «de verdad», vamos a encontrarnos los domingos al aire libre. Así organizamos tres encuentros los domingos: una tarde  de reunión y dos de salir al campo con picnic, donde disfrutamos además de la naturaleza ¡simplemente de estar juntos!

 

Un momento muy especial de este curso fue durante las navidades. En Navidad y año nuevo la parroquia buscó familias de acogida para algunos jóvenes extranjeros, para evitar que pasaran esas fiestas solos. Poder invitarlos ha sido una experiencia de fraternidad muy bonita, tanto para los estudiantes, muchos de ellos musulmanes, como para las familias.

 

Al final del curso nos despedimos con una parrillada y compartimos los proyectos del verano: algunos buscar un pequeño trabajo, otros van a sus casas y algunas chicas participarán en una misión de verano que vamos a hacer por esta región. Celebramos este curso pastoral vivido que nos deja sabor a Dios y a hermanos.

Catherine Berriaud

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