Semilla del Verbo 10
Este artículo es la segunda parte de ¿HORA DE SONAR LA ALARMA?. Responde a las inquietudes que me habéis manifestado al leerlo. Algunos compartíais momentos donde habéis constatado que esta cultura del odio impregna el día a día. Y vuestra pregunta era: ¿se puede parar esta espiral de violencia?, ¿qué hacer para no caer en ella?
Casualmente, al cabo de unas semanas, los acontecimientos me hicieron intuir la respuesta de una forma increíble. Todo empezó con un timbrazo sorpresa de los bomberos a la puerta de nuestro Centro Misionero en Espinosa de Henares (Guadalajara). Hacía solo unos días que nos habíamos juntado un grupo de misioneros para hacer nuestro retiro de mes. En un pueblo cercano un fuego se había desatado y avanzaba con mucha rapidez debido al viento. Cogimos las cuatro cosas más necesarias y nos dirigimos en varios coches al sitio de evacuación más próximo: el polideportivo de Jadraque.
Allí ya nos esperaban voluntarios de la Cruz Roja, del pueblo, personal del Ayuntamiento, un responsable del cuerpo de bomberos… Nos habían preparado catres para dormir, habían provisto un kit de emergencia y una tarjeta para comida y bebida (preparada por la gente del pueblo) para cada persona evacuada. Lo que más se veía era gente mayor y mascotas. Un cuadro enternecedor. Preocupación, inseguridad y miedo era lo que se palpaba en el ambiente. Sin embargo, me impactó la amabilidad, el cariño y la dedicación de todos, procurando que estuviésemos lo mejor posible.
La desgracia nos unía y aún sin conocernos nos encontramos hablando unos con otros. Día y medio pasó y parecía que nos conocíamos de toda la vida. Una vez controlado el fuego y fuera de peligro nos notificaron que podíamos volver a casa. Al despedirnos nuestros labios y corazones rebosaban de agradecimiento por el servicio y la entrega desinteresada de tantos.
Una vez en casa, me pregunté: ¿qué hubiera pasado si en vez de recibirnos con los brazos abiertos, nos hubieran rechazado? ¿Si en vez de palabras de ánimo, nos hubieran ignorado? ¿Si en vez de darnos lo necesario, nos hubieran dicho que nos las apañáramos? Creo que la respuesta es obvia.
¿Cómo parar la espiral del mal? Haciendo el bien. Cuando nos ponemos en el sitio del otro, cuando cada uno aportamos nuestro granito de arena, cuando la compasión y la responsabilidad llenan nuestros corazones, TODO CAMBIA.
Ésta ha sido la lección de Jadraque.
Rosario Garrido