Harold era un chico de casi 17 años que falleció el pasado 27 de Noviembre. Formaba parte de nuestra Comunidad de Filipinas, del grupo de SMY (Servants Missionary Youth). Lo conocimos hace cinco años y ha caminado con la Comunidad con un corazón sencillo, abierto y generoso en las primeras catequesis para niños en su casa, en las misas en la capilla del barrio o en nuestra casa y en las diferentes convivencias y misiones. El año pasado recorrimos el camino del Discovery, que es un proceso en el que los jóvenes se plantean de qué manera Dios los llama a colaborar con Él en el mundo de hoy. Quería conocer cuál era la vocación, a la que Dios le llamaba, aunque decía que quería ser cura misionero como Darío.
Su corto testimonio de vida nos ha marcado mucho, porque estaba al servicio de los demás. No se quejaba nunca, aunque muchas veces caminaba largo camino bajo el sol para venir a la Comunidad o a la capilla. Era un joven cercano, atento al último que llegaba y amigo de todos sin distinguir de dónde venía o el tiempo que llevaba participando, siempre incluía.
Pero, sobre todo, Harold tenía un corazón de hermano universal. Después de las primeras misiones asiáticas, que sufrió mucho por no poderse comunicar con los coreanos y japoneses, comenzó a estudiar coreano por su cuenta. Lo hacía en un ciber porque no tenía celular ni internet en casa. ¡Es impresionante su cuaderno de estudiar coreano! Antes de que vinieran a las misiones ya les contactaba por Facebook, se presentaba y les daba la bienvenida. En estos momentos integraba el equipo de preparación para la próxima misión de Asia del 2021. También ha contactado con varias misioneras de otros países que le enseñaron el Padrenuestro y el Ave María en español.
Ahora Dios le llamó a estar con El para siempre. No es fácil entender su muerte, pero creemos que Dios ya ha cumplido todos sus sueños. Desde el cielo va a seguir haciendo mucho bien en la tierra, como decía Santa Teresita del Niño Jesús.
Durante sus últimos meses estuvo enfermo. Cuando no podía hacer nada, metido en su casa y en la cama con las piernas paralizadas sin poder caminar compartía que el Amor es lo más importante. Nunca dejó de amar a los demás en los pequeños detalles, estando cerca de lo que necesitaban los demás, prestando sus libros, apuntes de escuela, preguntando por otros,…
Ya eres sacerdote y misionero para siempre. ¡Te queremos Harold!
Ana Palma