La invitación para esta segunda semana de cuaresma es precisamente la del título de esta reflexión: hacernos un test.
El mensaje de Francisco para este año nos sitúa ante dos escenarios, por un lado, el pueblo de Israel liberado de Egipto y caminando por el desierto añorando la seguridad del Faraón. Y, por otro, recordando su viaje a Lampedusa donde nos interpeló con estas preguntas: ¿dónde estás? , ¿dónde está tu hermano?
El camino de la cuaresma será concreto, dice Francisco, si reconocemos que al escuchar de nuevo estas preguntas confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón, bajo la globalización de la indiferencia.
El Faraón destruye los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. El dominio del mal simbolizado en el Faraón nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles, es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro, contaminando la tierra, el aire, el agua y las almas.
Y aquí viene el test: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Cómo está mi esperanza?
El déficit de esperanza es el impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a la añoranza por la esclavitud del pueblo de Israel mientras camina por el desierto.
La esperanza es el motor del amor, el motor del cambio… o, si se quiere, de la “conversión”. Conversión o cuaresma sin esperanza no tiene sentido. Por eso, chequeemos nuestra esperanza.
El otro día me llegaba una iniciativa humilde de nuestra hermana misionera María Escarda: “Tejiendo Sueños”. Financiar unas máquinas de coser, con su formación específica en África para niñas adolescentes, previniendo así de la salida económica que es para estas niñas la prostitución.
Con poco se puede hacer mucho solo es necesario soñar, y no apagar el corazón. Te invito a ello, y, a que apoyes cualquier pequeña iniciativa. La limosna acompañada de la esperanza alimenta el camino hacia la libertad.
Mónica Arca. SEMD Madrid
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