Estos encuentros, estos descubrimientos y redescubrimientos, han encendido de nuevo en mí el fuego de la fe. Han renovado también estas ganas fuertes de querer dar mi contribución a este mundo que se está cayendo a pedazos.»
Este año he tenido la gracia de hacer una experiencia de misión en España, más precisamente en Guadalajara.
En estos 10 días nos hemos encontrado con muchos jóvenes en las universidades e institutos y les hemos compartido nuestro testimonio de vida, de fe y de misión.
Hemos tenido también la oportunidad de formarnos en la fe, de conocer más a Dios y el Evangelio. Y, sobre todo, una de las formaciones y enseñanzas más lindas fue el testimonio de vida de las misioneras. Veía en sus ojos la luz de la fe que brilla tan fuerte que es capaz de dar calor a todo lo que tienen a su alrededor, dando así una vida nueva.
Hemos estado también de visita en Ávila, la ciudad de santa Teresa de Jesús, una santa que, en un tiempo muy difícil, revolucionó la Iglesia con su fe y su amistad con Dios.
Otra cosa importante de este viaje tan lindo fue ¡la cantidad de personas que hemos conocido! Y sobre todo la calidad de las relaciones que se han creado, no ha sido un sencillo intercambio de saludos sino un real y verdadero intercambio desde el corazón.
Un sacerdote que conozco siempre me decía: “cada uno de nosotros, “somos”, las personas que encontramos”, y en este viaje cada persona ha sido como esta pequeña pieza que se ha añadido al mosaico maravilloso que construye nuestra vida.
Antes de irme me sentía un poco perdido, a causa de las situaciones que estaba viviendo, y sentía a Dios lejos como si su voz fuera solamente un eco de mis pensamientos. Pero en este viaje he redescubierto cómo escucharlo.
Durante la misión teníamos mucho tiempo para escuchar su voz, que no grita como una tempestad, sino que susurra como la brisa de la mañana que te acaricia el rostro y te da una nueva esperanza.
Yo creo que en este viaje Dios me ha dado un corazón nuevo, un corazón todavía más grande para acoger al otro, un corazón dispuesto a comprometerse con el corazón de los demás y un corazón capaz de brillar y de llevar la luz a las tinieblas más oscuras.
He descubierto la belleza de la oración, pero no de la oración hecha de letanías repetidas sin fin y sin entender lo que uno dice, sino de la oración como una relación estrecha de amistad con Dios.
Aunque cuando las situaciones a nuestro alrededor son difíciles y parece que todo está por explotar, este Amigo está a nuestro lado, dispuesto a escucharnos. Todo esto se puede resumir con esta frase de Santa Teresa de Ávila: “En tiempos recios, amigos fuertes de Dios”.
Todos estos encuentros, estos descubrimientos y redescubrimientos, han encendido de nuevo en mí el fuego de la fe. Han renovado también estas ganas tan fuertes de querer dar mi contribución a este mundo que se está cayendo a pedazos. Quiero llevar un poco de esperanza al corazón de mis hermanos cercanos y alejados porque nuestro futuro está lleno de esperanza. Y es mejor siempre apuntar a la luna, porque en el peor de los casos ¡nos habremos dado un precioso paseo por las estrellas!
Marco Fazari, Roma