Empecemos a vivir no demasiado tarde

Es nuestro tiempo para despertar. Esta frase me ha perseguido desde el primer momento del encuentro. Han sido días de dudas, de preguntas, de cuestionarnos  algunas cosas y, sobre todo, de aprendizaje y conocimiento. Cada momento compartido ha sido único y he aprendido muchísimo de todos los participantes del encuentro  Wake Up. Somos corazones inquietos con sed de justicia,  con sed de igualdad; en definitiva, con sed de Dios.

Lo peor  de la vida no es que termine muy pronto, sino que la empezamos muy tarde. Esta reflexión se repetía en mi cabeza  en algunos de los momentos del encuentro. Necesitamos despertar, tomar conciencia de la realidad y empezar a vivir. Esto me invita a pensar: ¿De qué modo miro y escucho al prójimo, desde dónde me acerco a nuestros hermanos? Porque no es tan fácil escuchar ya que no se trata  sólo de escuchar con los oídos ni  tampoco de  mirar con los ojos; sino que hay que ir más allá. Ser testigos de Dios en la tierra consiste, en parte, en mirar y escuchar  desde dentro, desde el fondo de nuestro ser. Ante nosotros está el reto de no dejar para más tarde esta llamada a mirar así la realidad y al hermano.

Durante el encuentro se despertaba en mí la certeza de que hemos sido llamados para servir donde falta esperanza. La vida es un Don y nosotros somos los administradores; y que mejor manera de administrar la vida que siendo misioneros de esperanza y viviendo el evangelio cada día. Solo así, no tendremos esperanza, sino que vamos a ser esperanza. Solo si somos esperanza podemos ser futuro.

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