Una semilla es algo muy pequeño, casi insignificante a nuestros ojos. Sin embargo, cuando la siembras y la cuidas, descubres el valor de esa pequeña semilla.
Esa pequeña semilla es la esperanza. La vida de cada uno de nosotros es esa esperanza en medio del mundo en que vivimos, lleno de crisis política, económica, social; muchos avances tecnológicos y a la vez retroceso a nivel de relaciones humanas, guerras y tantas situaciones que parecen más fuertes y nos hacen sentir que hemos perdido la esperanza.
Testimonio
Recuerdo una pareja que conocí, tenían dos hijos, profesionales y casados. El hijo era médico y le diagnosticaron una enfermedad psiquiátrica, que le llevó a perderlo todo y quedar como una persona de la calle. Sus padres hicieron todo lo posible por ayudarle, hasta que un momento los médicos les aconsejaron que la mejor ayuda que podrían darle era seguir ayudando a su hijo sin que él se diera cuenta. Es decir, cuando le vean en la calle tirado, que no sean ellos quien le recojan. Para ellos fue muy doloroso.
Me preguntaba ¿dónde estaba la fuente de la esperanza de estos padres? Cada mañana se acercaban a una capilla de adoración del Santísimo, y decían, ahí encontramos la fuerza, la paz y la esperanza, que el Señor no nos abandona. Es él nuestra fuerza para seguir ayudando a nuestro hijo a través de un tercero sin que él sepa que le estamos ayudando.
La fuente de la Esperanza, más allá de toda situación de dificultad, es volver a esa experiencia de amor de Dios, donde sentimos que no nos deja solos. La madre me decía: cada vez que veo una persona en la calle indigente, pienso que puede ser mi hijo. No puedo pasar de largo. Esa experiencia de Amor nos hace ser esperanza para otros, como lo eran estos padres para las personas sin techo que se encontraban en su día a día. La esperanza transforma la dificultad en una oportunidad de hacer el bien a otros, oportunidad de amar.
Dice en Romanos 5,5 “La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. Esta palabra la puedo constatar en la vida de muchas personas que me he encontrado a lo largo de mi vida misionera.
Está en nuestras manos hacer de nuestra vida diaria, en medio de las dificultades y desafíos, que nuestra semilla de Esperanza vaya creciendo. Podemos ser esperanza para nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo, en medio de nuestro mundo.
Danny Mendoza SEMD Japón.