“La mies (misión) es mucha, y los obreros son pocos”. Pero, por pocos que sean los obreros, los hay, son muy buenos y muy disponibles. Es el caso de Isabelle, misionera de nuestra comunidad, que ha vivido sus últimos años de misión en Roma. Su sonrisa y su alegría por su nuevo destino hablan de la calidad de un corazón misionero. Desde que recibió la noticia de que iría a Lomé, en Togo, la sonrisa plena no se ha desdibujado de su rostro. Y es que para ella, es como si se hubiese ganado el premio de su vida: Vivir la misión en África, en ese pueblo donde ha sentido que Dios la necesitaba.
Os cuento de dónde ha nacido su encanto por este continente: Hace muchos años, cuando estudiaba medicina en Francia, fue a África dos veces para hacer sus prácticas. A ella le pasó, como le pasa a muchos que van allí a hacer voluntariado, que le dio el “Mal de África”, esto quiere decir: se enamoró de ese continente, de su juventud, de su alegría, de su capacidad de fiesta en todo momento. Sí, África, un continente necesitado por un lado, pero muy rico de fiesta, de valores, de amor y de respeto por la vida, por Dios y por los otros.
El 25 de Junio hicimos una misa de envío en la que nos juntamos la comunidad de Roma con la Parroquia de San Furmenzio, donde ella vivió algunos años la misión, sobre todo con los jóvenes. Esta celebración sencilla fue un momento de envío y de llamada: Enviábamos a Isabelle y recibíamos la llamada cada uno de nosotros a vivir nuestra misión donde estamos.
Os cuento una conversación que me encantó: Una persona africana le decía a Isabelle: No te entiendo, yo he querido salir de África y tú quieres ir. Ella le contestó: Tengo allí a mi esposo, a mi amigo, a mi hermano, al Señor Jesús que me espera allí. Él ha hecho de mi vida un regalo para África y ha hecho de África el más grande regalo para mí.
Nos unimos a la alegría de Isabelle y al gozo de la comunidad de Lomé. Ojalá todos nosotros sintamos que la misión que hacemos: estudiar, trabajar, la familia,… es un regalo para nosotros y nosotros un regalo que enriquece el lugar donde nos encontramos.
Rosaura Ríos