Diez alumnos con mochilas llenas de incertidumbre y un Santuario: una mezcla perfecta para crear un milagro

Diez chicos del primer curso de la escuela superior (de 14-15

19 junio, 2022
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  • ITALIA

Diez chicos del primer curso de la escuela superior (de 14-15 años) participaron del proyecto de convivencia – estudio titulado “Venid y Veréis”. Vivieron una semana intensiva en la casa de las misioneras. Son alumnos de religión de Paola. He aquí su testimonio:

“Fue una experiencia que nos “secuestró” de las redes sociales y nos permitió reflexionar con toda serenidad sobre varios temas: la relación con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con Dios.

En cuanto a la relación con nosotros mismos, sentimos que nos acercamos a un mundo desconocido para nosotros: un pequeño planeta donde no falta el afecto, el compartir, la aceptación, la acogida y la comprensión. Fortalecimos nuestra autoestima, aprendimos a aceptarnos con nuestros defectos y descubrimos cualidades que ni siquiera sabíamos que teníamos. Gracias a momentos de introspección, paradójicamente favorecida por el encuentro con los demás, nos hemos dado cuenta de que nuestras fortalezas y nuestras pequeñas imperfecciones nos hacen únicos e irrepetibles y que cada uno de nosotros representa un pequeño “prodigio”.

Analizamos la relación con los demás, la amistad, y sin darnos cuenta nos encontramos experimentando este sentimiento de una manera completamente diferente, más auténtica, realmente con más empatía de la que estábamos acostumbrados a sentir. Hablar de uno mismo, poder abrirse mirando a los ojos del otro y verlo emocionarse escuchando nuestras vivencias, ha hecho que el muro que limitaba nuestra apertura con los demás y con el mundo se derrumbara y abriera paso a las emociones, dejando de lado los miedos de no sentirnos “lo suficientemente a la altura” Entendimos que, hasta los pequeños gestos, como un abrazo, pueden ser la llave adecuada para abrir el corazón del otro, para hacer que se sienta aceptado, comprendido, pero sobre todo para que no se sienta solo.

La naturaleza es el espejo del ser humano, somos tan complementarios que no podemos vivir sin ella; por lo tanto, nos hemos dado cuenta que tenemos que cuidarla como cuidamos nuestra vida.

La relación con Dios, que fue el tema final, nos permitió entrar en un mundo donde podíamos estar solos y reflexionar sobre nuestra espiritualidad. Sentimos la cercanía de Dios como quien nos tiende la mano, ayudándonos a encontrarnos con nosotros mismos, a hacernos comprender quiénes somos y quiénes queremos llegar a ser. La cercanía con las hermanas misioneras nos fue de gran ayuda. Su testimonio, incluso en simples gestos, nos permitió comprender el verdadero sentido de una vocación que desconocíamos.

Y así, antes de que nos diéramos cuenta, nuestra aventura llegó a su fin dejando que el espacio que antes ocupaba el miedo, se llenara con la alegría del descubrimiento del prójimo, visto con otros ojos, a la luz de la verdad  que sólo una experiencia rica en la fe puede dar. Nos gustaría aconsejar a todos nuestros compañeros que tengan el coraje de vivir momentos mágicos como el que hemos vivido, ¡les aseguramos que no se arrepentirán!”

 Vero (Brindisi, Italia)

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