Descansar en Él, jamás lo valoré lo suficiente

«Maestro, ¡qué bien se está aquí!» (Lc 9, 33). Esta es la frase que brota del corazón, a modo de acción de gracias, cuando me encuentro ante la cruz de Taizé, centro de nuestras oraciones.

Y es que poder tener un momento los miércoles para descansar en Él es algo que jamás valoraré lo suficiente. En medio de un mundo que nos hace ir con prisas, teniendo nuestro corazón y nuestra mente ocupados en mil cosas, el hecho de poder ir a la capilla con las hermanas a descargar en Su Corazón mis preocupaciones, es un regalo inmenso que Jesús me hace.

Del mismo modo que el Señor se llevaba a sus discípulos a un lugar aparte a descansar un poco (Cfr. Mc 6, 31), la oración de los miércoles es un momento en el que me puedo parar, tomar aire, caer en la cuenta que Jesús me acompaña y continuar la semana siendo testigo de su Amor por todos los hombres.

Sin duda alguna, es algo necesario en mi vida de universitario para no olvidar que a cada paso, Jesús me acompaña y me pide que sea luz para un mundo que vive inmerso en la tiniebla. Y la actitud que he de adoptar en toda circunstancia de mi día a día es la misma que tenemos al final de la oración, arrodillado ante la Cruz, donde «nuestra muerte, todas las muertes que cizallan nuestra vida, se convierten en camino de resurrección» (Olivier Clément, Teopoética del cuerpo).

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