Un saludo desde Valenciennes, una pequeña ciudad al norte de Francia. Este verano hemos tenido la alegría de vivir cinco días de misión, del 10 al 15 de agosto, con un pequeño grupo de estudiantes. Se trataba de apoyar la «Ruta Mariana», en la región de Mormal, organizada por una parroquia del lugar. En el horizonte de la festividad de la Asunción de la Virgen, el 15 de agosto, cada día se celebraba misa en una de las capillas de los distintos pueblos a la que acudían los feligreses que venían en peregrinación desde sus lugares.
Para los estudiantes, de hecho, ha sido una experiencia totalmente inusual!
« La misión puerta a puerta –nos cuenta Martín- ha sido una experiencia única en la que las personas nos abrían sus corazones y sus casas sin conocernos de nada. Seres humanos que, al igual que nosotros, tenían una historia de vida nada fácil…” Para Samy, bautizado el pasado Pentecostés, una misión de este tipo ha sido todo un reto… “No sabes realmente cómo va a reaccionar una persona ante unos desconocidos que llaman a su puerta para hablar de fe. La sorpresa fue ver que mucha gente estaba muy contenta de recibirnos… Hubo algunos recalcitrantes, puertas que se cerraron, pero siguen siendo una minoría frente a todos los intercambios tan bonitos que tuvimos”.
“Para mí –dice Elina-, esta misión me enseñó a ir más allá de mis miedos. Me hizo darme cuenta de que la gente puede ser muy amable, independientemente de sus creencias. Antes de empezar, de hecho, temía encontrarme con personas violentas, que nos cerraran la puerta en las narices o que nos juzgaran. Sin embargo, la gente se mostró muy receptiva e incluso intrigada. Al final, sólo hay que atreverse y seguir sonriendo en todas las circunstancias porque pase lo que pase…
… El Señor tendrá la última palabra”.
Esta última frase es de Elina, no nuestra, y ¡tiene toda la razón! ¡Jesús ha sido Aquél con quien y por quien hemos hecho esta misión! Y Él va a seguir hablando en el corazón de cada uno.
Dolores Garrido