«Cuando entre en la casa de Dios, el niño que fui me tomará de la mano» Georges Bernanos
Preparando este mensaje de Navidad, vuelvo a pasar por el corazón los meses de este año 2020 tan doloroso… En ciertas horas ha sido de mucha angustia para muchos de nosotros. Y lo sigue siendo en estos días de Navidad, por el aislamiento, por la ausencia de los que nos han dejado y que aún duele tanto…
Ahora – así como al principio de la pandemia que nos golpeó a todos, desde Oriente (ya en febrero) hasta Occidente – no dejo de pensar que ¡el mes de enero fue un gran milagro!
En enero 2020, pude viajar a Tailandia al país de los Karen con quince adolescentes coreanos. Diez días de vida compartida con los niños de Maepon, venidos de los pueblitos de la montaña. Misterio de la vida de los ‘pequeños’, de los ‘más pobres’ que resucitó el corazón de niño de nuestros jóvenes de Corea, tan tristes y ‘faltos de vida’. ¡Milagro de las sonrisas tan preciosas que aparecieron poco a poco en sus rostros!
Y ahora, a finales de diciembre, ¡este viaje me parece una parábola de la Navidad!
El Niño-Dios despierta los tesoros más verdaderos de nuestros corazones rutinarios, hastiados y ‘tan realistas’. Su ternura, la paz de su mirada y sus manitas tendidas vienen a rescatar nuestra sonrisa un poco perdida, olvidada a lo largo de estos meses…
” No temas, soy tu Dios, es por ti que he nacido. Mi nombre es Emmanuel, Dios-contigo, para siempre.”
Si así es el Niño de Belén, me atrevo a desearos ¡una feliz Navidad!
Y para 2021, mi único deseo – como el del Niño del pesebre – es el de cuidar de la Esperanza, de la pequeña esperanza aparentemente tan frágil, ¡pero tan tenaz! ¡Ella continuará haciendo milagros como lo hizo en Maepon!
Un abrazo muy fuerte desde el País de la Mañana tranquila,
Laurence Vasseur
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