Construir la casa sobre roca

Mi nombre es Francisco, casado con Elvira que me acompaña desde el cielo. Tenemos dos hijos Cristian y Mariana. Conocí esta comunidad en el 2001 cuando tenía 37 años. La comunidad llegó por entonces a Dorrego y poco a poco nos fueron infundiendo la fe, fuimos aprendiendo a meditar el Evangelio y a empezar a dialogar con este Jesús vivo que hace maravillas en nuestras vidas. Yo que soy tímido y me cuesta hablar o relacionarme sentí que Dios fue ayudándome a atreverme a compartir y a tantas otras cosas que Él ha obrado en mí.

El inicio del camino

Comenzamos a caminar con la comunidad cuando mi hijo Cristian tenía nueve años y Mariana cinco.  Cuando participábamos en los retiros de formación, las hermanas se encargaban de nuestros hijos. De esta manera ellos recibían la palabra de Dios como ese rocío que te penetra y va fortaleciendo la vida espiritual. Hoy más que nunca veo que esto los ha ayudado a comprender las contradicciones de la vida y a poderlas enfrentar.

La muerte de Elvira y otras contradicciones

El fin de semana del 23 al 24 de noviembre del 2019 parecía normal. El sábado habíamos estado en una plenaria en la comunidad y el domingo en la mañana en la comunión de nuestro ahijado, felices por el acontecimiento.  Inesperadamente Elvira por la tarde se sintió mal y no llegamos a tiempo al hospital. Falleció y nos quedamos los tres perplejos. Tres meses después entraron por el balcón y nos robaron sin que Mariana ni yo hubiéramos escuchado ningún ruido. Cuando nos dimos cuenta la sensación fue horrible.   A fines de mayo me infecté con el coronavirus y estuve veinticinco días internado; después de todo eso sesenta días suspendido por falta de trabajo…

Lo recibido en Comunidad

Todo lo que como familia hemos recibido de la comunidad nos ha ayudado a conciliar estas contradicciones  y a abrazar la dificultad junto a Jesús que se hace cargo de todo lo que nos sucede y alivia nuestras dolencias. El nos hace comprender que la muerte no es más que la continuación a la vida eterna. Creer esto es un regalo de Dios y no se compra ni se presta. Es por pura misericordia de Él que se manifiesta a través de quienes nos sostienen en el momento más difícil como la muerte de Elvira, que te hacen sentir el abrazo de Jesús a través de los hermanos, de que me dieran un retiro mientras estaba en el hospital… Su misericordia la veo al compartir con mis hermanos, cuando he recibido llamadas de aliento y consuelo de todo el mundo y en la contención de mis hijos.

Mis certezas

Por eso creo en el evangelio vivo, en que nos preocupemos por el Reino porque el resto se dará por añadidura. Estamos llamados a ser como ese hombre prudente que construyó sobre roca firme, que pasó la tempestad, las tormentas y permaneció de pie. Siento que hemos caminado sobre aguas, cruzado sobre el fuego, no por virtudes o capacidades propias, sino sostenidos por Jesús y con la certeza de que nos quiere felices y de que disfrutemos de que El nos eligió.

 

Poder creer esto es el regalo de pertenecer a una comunidad de hermanos con corazón fraterno sostenido por un Cristo vivo. Por eso, con alegría necesitaba renovar mi compromiso de servidor para seguir contando las maravillas que hace Jesús en nuestras vidas.

 

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