En las lecturas de este domingo Dios habla y ¿Qué dice? “Consolad a mi pueblo”. Él pide que seamos consuelo para su pueblo, para los que más sufren, para los que lloran un ser querido, para los enfermos. Ese es el deseo más grande que Él tiene. Al mismo tiempo, nos podemos preguntar ¿Cómo consolar a los otros cuando a mí me falta el consuelo? ¿Cómo consolar a tu pueblo Señor, cuando mi pueblo sufre tanto? ¿Cómo dar esperanza al decaído cuando me falta a mí? ¿Cómo sonreír al triste, cuando he tenido que vivir cosas difíciles que me han quitado la alegría?
Dios cuando nos suplica algo, es para hacernos crecer y para que vivamos plenamente. Hay un secreto escondido en amar, perdonar, consolar y es que dando se recibe, perdonando se es perdonado. Con san francisco de Asís queremos decir:
“Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.”
Es lo que hace Juan Bautista en el Evangelio, reconoce que puede consolar, siendo consciente que espera EL CONSOLADOR POR EXELENCIA: Jesús. Juan sabe que no es Él, a la vez, no deja de hacer el bien. Se ve pequeño, pobre, y no por esto se deja paralizar, se lanza a bautizar con agua, es lo que tiene a su alcance. Se lanza también a anunciar la conversión y la esperanza. Él no espera grandes dones o una vida tranquila para ser luz y buena noticia, es con lo que tiene lleva el consuelo a ese pueblo tan herido, tan deseoso de justicia, de perdón de paz.
Estamos en el 2020, ahora nos toca a nosotros ser esa voz en el desierto. ¿Yo qué tengo para ofrecer? ¿Cuál es mi agua? pensemos en un momento y hagamos este camino de adviento juntos. Con eso poco que tengo puedo llevar este precioso anuncio a las personas, empezando por los más cercanos, que caigan las barreras, que reine el perdón, que nos podamos mirar a los ojos y ver el valor de cada uno, empezando por cada miembro de mi familia, pensar en cada persona del barrio, de la ciudad y creer que somos nosotros, pobres y pecadores los llamados a llevar este anuncio que nos pide Dios hoy “Consolar su pueblo”. Ya que solo será navidad si dejamos entrar el amor de Jesús y lo llevamos a los otros.
Hay pequeños gestos que nos ayudan, esos que nadie ve, esos que quedan en lo más secreto de nuestro corazón, entre Dios y yo. Que en ese secreto nos comprometamos a llevar el consuelo, la paz y la serenidad a los demás, porque es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra de verdad.
¡¡¡BUEN CAMINO!!!
Rosaura Ríos
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