En España de marzo a junio del 2020 estuvimos confinados y cerramos las iglesias. Un año después hemos tenido que adaptar las celebraciones de Pascua de acuerdo con los protocolos de sanidad. Pero sí hemos podido celebrar la Pascua con todos los oficios, aunque sin las procesiones tan típicas de esta tierra hispánica.
La relación con Dios no se puede encerrar
Las iglesias estuvieron cerradas pero la experiencia de Dios y la relación con Él no se pueden cerrar. Dios siempre encuentra una rendija para entrar en los corazones. Tengo la impresión de que al abrir las iglesias más gente ha empezado a llegar. Quizás porque este tiempo de pandemia ha despertado en muchos la sed de Dios y las preguntas más profundas del ser humano: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Para qué vivo? ¿Dónde iba con mi vida tan acelerada?…
Tengo en mi mente la imagen del Cristo de Buena Muerte de la Catedral de la Almudena, situada en el centro del altar. Está ahí firme, bien erguido. Al mirarlo recuerdo esta frase: “Mirarán al que traspasaron.” La gente está traspasada por el dolor, por la perdida y por la fatiga.
Pero se ha despertado una forma nueva de concebir la vida, un acercamiento a Dios desde la gratitud, de sentirse salvado. Sólo Él es capaz de reorientar para la vida hacia lo esencial: la comunión con Él y con los hermanos
La pérdida de personas conocidas
Mucha gente me pregunta con frecuencia, ¿cómo vivir la pérdida de personas queridas? Siento que Dios nunca nos ha engañado con respecto a la muerte. No nos ha ocultado que somos seres limitados y que nuestro tiempo en la tierra es finito. Nos recuerda que hemos sido creados para la eternidad, para vivir cara a cara con Él. Que nos espera para un momento donde ya no habrá más lágrimas, ni dolor, una nueva tierra y nuevo cielo. Se me encoge el corazón y me duele la pérdida de una persona cercana. Fácil no es. Pero me está ayudando dar gracias a Dios por las buenas personas que has puesto en mi camino. Ahora que han partido sé más que nunca que están intercediendo junto a Él por mí y por la misión.
Dentro del dolor reconozco la esperanza inquebrantable de que estamos hechos para un Tú inagotable. La pandemia no es el fin o el caos. Dios no la ha querido la pandemia, pero nos enseña a vivir y a creer con fuerza que Él no es el dios del sufrimiento sino de la Vida en abundancia.
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