Queríamos llegar al ”Rösrath” – valle de la esperanza, ¿dónde queda eso? Pues los diez participantes de la caminata por el Bergischen Land llegamos hasta allí. Nos pusimos en camino una mañana de verano para pasar un día en la naturaleza. Buscábamos compartir y disfrutar de un tiempo para nosotros y para Dios. Al comenzar la caminata llevábamos algo para comer y poco más. A lo largo del trayecto nuestra mochila interior se fue llenando.
Nada más empezar nos desafíaba la promesa de Jesús: ¡Tengan fe, soy yo, no tengan miedo! (Mt 14, 22-33). La primera parte de los doce kilómetros que nos llevaban a la meta la hicimos en silencio. Nos acompañaba esta pregunta: cuáles son ahora los vientos en contra y lo que zarandea nuestra vida.
Tras algunos kilómetros volvimos a abrir nuestra mochila interior: Dios venía a iluminar cómo se está acercando y cómo se dirige a nosotros, dónde y cómo le hemos experimentado. Y la senda nos regalaba la evidencia de la bondad del Creador que hace crecer la hierba en los montes (Sal 147, 8) El mismo que nos dice: Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti (Jr 31, 3)
El amor viene de Dios y aquel que ama proviene de Dios (…), porque Dios es amor (1 Jn 4, 7-9). Esta afirmación del apóstol Juan fue el centro de nuestro compartir común al final de la jornada. ¿Qué significa esto para nosotros? Si Dios es amor y nosotros sus creaturas, somos también amor y estamos llamados al amor. Creer que el amor es nuestra identidad, le da un significado nuevo a nuestra vida diaria que nos lleva a aprender a amar en las situaciones concretas de lo cotidiano.
La mochila se llenó: Enriquecidos por la naturaleza, por la presencia amorosa de Dios y por la comunidad y los buenos diálogos entre nosotros. Lo celebramos y refrescándonos con un helado y al final de la tarde regresamos a casa.
Cada uno de nosotros se ha llevado algo diferente en su mochila. Quizás algunos se hayan llevado más preguntas que respuestas. Pero también las preguntas nos han hecho bien, lo mismo que tener estos tiempos para nosotros y para Dios. La verdad es que tendríamos que hacerlo más a menudo.
Janette Wegerich