Cada persona es una historia contada por Dios

Hay una frase de la Madre Teresa que refleja lo que es un misionero: » La gente anhela ser amada y nosotros tenemos que llevarles la ternura y el amor de Dios. Esto es un permanente desafío».

La misión a Chascomús ha sido mi segunda experiencia evangelizadora y me asustaba la idea de ir.  No es fácil decir «si» de entrada. No podía ir solo por el hecho de que iba a estar rodeada de niños o para entretenerme. Uno elige misionar porque lo siente. Creo que la misión es servir a otros y que es un camino especial porque todo acontecimiento vivido queda plasmado en nuestro corazón y somos sólo nosotros quienes podemos dialogar con nuestro interior. En Chascomús acumulaba miles de sentimientos en mi cabeza que directamente pasaban a mi corazón. Cada vez que hablaba con algún desconocido me preguntaba cómo Jesús había amado a todos por igual. Es difícil amar a desconocidos de primeras, sólo con la entrega y con un amor desinteresado logramos sensibilizarnos por el prójimo.

En esta misión no aprendí a apreciar a los niños sólo por ser niños, o a los adultos por ser adultos. Aprendí a valorar lo que está más allá de su esencia como personas. Podía admirar su historia, su pasado, sus dolencias y sus anhelos. Es imposible ver a alguien de la misma manera una vez que nos cuenta su historia, porque a partir de ese momento, esa persona no sólo tiene nombre sino que también una historia contada por Dios.

Cada vez que llamaba a una puerta y era muy bien recibida, me sentía afortunada de escuchar lo más íntimo de los corazones de la gente. Al marchar le decía a Dios:»Gracias porque pudiendo ser otra persona la que ve y escucha esto, me elegiste a mí».

 

Sandra Spinetta.

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