“Es ahora el tiempo de la esperanza”, ha sido el lema de la última convivencia. Han participado seis jóvenes en nuestra casa y cuatro por zoom. En la preparación nos han ayudado Momoko y Seika, dos chicas que participan en la escuela de evangelización. Hemos constatado una vez más que los jóvenes son los que mejor llegan al corazón de los jóvenes. Los que participaron son estudiantes o chicos que acaban de empezar a trabajar. Están en una etapa en la que se plantean su futuro o en la que empiezan a enfrentarse a la realidad del mundo del trabajo, muy exigente aquí en Japón.
Con el tema de la Navidad de fondo nos hemos adentrado en la esperanza que nos trae Jesús. Él ha venido a transmitirnos que tenemos un Dios que nos ama con locura hasta hacerse uno de nosotros. Desde ahí hemos profundizado el tema de la esperanza: dónde la tenemos puesta, dónde la buscamos, cuándo la perdemos, cuándo hemos sido esperanza para otros, qué nos la devuelve, cuáles son nuestras falsas esperanzas,…
Ai, una de las chicas que participó, ha sintetizado muy bien estas preguntas sobre la esperanza que estaban en su corazón y en sus búsquedas:
Tiene veintidós años y está en cuarto año de carrera. Es el momento en que aquí en Japón, los estudiantes empiezan a buscar empleo y a tener muchas entrevistas de trabajo. Esto es algo establecido y es difícil salirse de esta norma. Ai estudia literatura francesa y tiene mucha inquietud por el arte. Su sueño es dedicarse a la pintura. Empezó a buscar trabajo, como todos sus compañeros, para entrar en alguna empresa que le proporcionara tener un trabajo y sueldo seguro, pero después de mucho dudar, decidió no buscar trabajo por ahí.
En la convivencia había comprendido por qué se había sentido desanimada durante aquel tiempo de las entrevistas. Quería entrar en una buena empresa como diseñadora y eso no le salía, pero al mismo tiempo no quería renunciar a su sueño. Entonces tomó la decisión de soltar la seguridad, el estatus social que eso le podía dar y eligió responder a lo que en el fondo del corazón siente que es su vocación. Poniendo su esperanza en querer controlar financieramente su futuro perdía alegría. Soltar esta “esperanza” le trajo la paz. Para su sorpresa, en ese momento le empezaron a llegar muchas ofertas de lo que ella verdaderamente quiere hacer. Lo siente como una misión: a través de la pintura ella expresa lo que hay adentro suyo y, por otro lado, contemplar sus cuadros ha ayudado a muchas personas.
Estamos en navidad y también en un tiempo incierto, especialmente por la pandemia. A todos nos invita este momento a encontrar razones para la esperanza. Agradecemos a Dios esta convivencia pasada porque ha ayudado a encontrarlas. ¿Cómo? Descubriendo que somos amados incondicionalmente por Dios. Ahí está nuestra estabilidad.
Alaitz González