En un tiempo donde muchos adultos repiten que los adolescentes “ya no sienten nada” o “viven desconectados”, en Córdoba (Argentina) algo profundamente distinto ha sucedido: veinte jóvenes, de entre 14 y 16 años, vivieron una convivencia que podría describirse, sin exagerar, como un pequeño milagro. Adolescentes anunciando la fe a otros adolescentes.
Llevábamos años soñando con este encuentro, hasta que un grupo de adolescentes animadores ha podido decir: “Lo logramos”.
Lo especial de esta convivencia ha sido cómo se vivió y quiénes la guiaron. Cuatro adolescentes —Tomás y Emiliano (gemelos), Macarena y Brisa— junto con Valentín, encargado de la logística, asumieron el desafío de llevar adelante esta experiencia. Sí, eran adolescentes anunciando la fe a otros adolescentes.
El fruto fue conmovedor. Hubo momentos de alegría, charlas profundas, juegos, silencios que hablaban, y oraciones que tocaron el alma.
Me encantó cuando el adolescente que nos hablaba de Dios Padre nos dejó con el desafío de dejarnos amar por Dios. No sólo escucharlo con la cabeza, sino percibir con el corazón que Dios se derrite de amor por cada uno. Muchos se quedaron en silencio, tocados por esa ternura.
También me impresionó una dinámica muy movilizante sobre la vida eterna en la que de una manera muy visual y concreta los chicos iban reconociendo que cada elección deja huella, y que no todo da lo mismo.
Un momento que a muchos les marcó fue cuando cada chico redactó una carta a Jesús. En ella expresaban lo que sucedía cuando se alejaban de él: les había llevado a mentir, dañar, alejarse del amor… Uno por uno, se acercaron a Cristo, se sentaron junto a Él y rompieron su carta en silencio. Un gesto simple, pero con mucha profundidad.
Gloria Gómez SEMD Argentina

